Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Las universidades tienen una agenda pendiente con ellas mismas y con el país. Por un lado, la docencia universitaria aún está anclada a viejas concepciones de conocimiento por lo que enseñar es hablar y aprender es repetir, la metáfora del espejo. Mientras el mundo se transforma en todo sentido las universidades quedan ancladas en su propia burocracia, burocracia docente y burocracia administrativa.

Según el informe del Futuro de Empleo 2023 del Foro Económico Mundial hay una enorme tendencia en el mercado mundial en la adopción de tecnologías nuevas y de vanguardia, así como mayor acceso digital. A su vez, el informe reporta la intensificación de la aplicación de las normas medioambientales, sociales y de gobernanza en las organizaciones. Las empresas ahora demandan y demandarán, con mayor intensidad: el pensamiento analítico y el pensamiento creativo. Para clarificar reza literalmente el informe: «El pensamiento creativo, otra habilidad cognitiva, ocupa el segundo lugar, por delante de tres habilidades de autoeficacia-resiliencia, flexibilidad y agilidad; motivación y autoconciencia; y curiosidad y aprendizaje permanente». Esto debería tener un enorme efecto en la oferta académica de las universidades, que realmente parecen indiferentes a tan importantes conclusiones.

En el caso de Guatemala hay cuatro graves problemas que hay que atacar: 1) Existencia de licenciaturas muy largas que resultan caras para los estudiantes con contenidos curriculares obsoletos, 2) Existencia de prácticas pedagógicas ancladas en visiones superadas de conocimiento, 3) Poca investigación científica o casi nula producción científica y 4) Una desconexión con los problemas sociales de la sociedad donde están ancladas.

Las licenciaturas que por diseño son largas en Guatemala, larguísimas, todas, en todas las universidades. Ingeniería por ejemplo requiere cinco años de cursos, 10 semestres y un año para realizar la tesis y la práctica. Eso significaría que se deben graduar en 6 años, pero no lo hacen. En promedio, la carrera de ingeniería civil de la San Carlos, carrera acreditada internacionalmente, tiene como promedio de graduación 9 años. Así, carreras en economía, agronomía, trabajo social, educación y todas no solamente son largas, sino que además los alumnos tardan el doble de lo establecido por el currículo en graduarse, un currículo que usualmente no se ha modernizado. Por supuesto, existen programas que parecen modernizarse de forma natural como ingeniería en sistemas y universidades que son más innovadoras, como la Universidad del Valle de Guatemala, pero la gran mayoría de programas no han sido modernizados y la gran mayoría de licenciaturas no han sido transformadas por décadas. Informes como el supra citado del Foro Económico Mundial, «El Futuro de los Empleos» (https://bit.ly/4csZjre) y estudios locales de demanda social y empresarial que se enfoque en la mejora de la calidad de vida de las personas son fundamentales para replantear y modernizar la oferta universitaria.

La modernización del currículo y la reducción de 6 años de licenciaturas a programas de 4 años es urgente pero no es suficiente. Hay que resolver la pedagogía dominante, que es una pedagogía magistral, profundamente incrustada en los profesores universitarios por tener visiones simplistas del conocimiento o en el mejor de los casos visiones platónicas que no les permiten entender que aprender es participar, de tal forma que no reconocen lo esencial del aprendizaje: su carácter social. Con las nuevas tecnologías que permiten recolectar datos, simular experimentos, crear casos de estudio, disponer de plataformas de aprendizaje significativo, los profesores deben transformarse ellos y ellas y con el apoyo de programas de formación docente transformar sus prácticas antiguas, aburridas y repetitivas, en prácticas participativas, donde los y las estudiantes tengan retos importantes y construyan capacidades que les servirán en sus vidas profesionales y sociales.

Ahora bien, si se logra resolver el problema de la oferta de licenciaturas larguísimas y de currículo no actualizado ya seria un gran logro para el país. Si de a poco los docentes universitarios reconocen la complejidad del aprendizaje y aprenden a crear condiciones para participar, discutir, aprender, entonces se habrá dado un enrome paso para la educación superior. Pero los retos siguen aún: la investigación científica y tecnología hoy están casi ausentes en muchas universidades guatemaltecas. Eso no será posible si las universidades no son dirigidas por verdaderos líderes académicos y sociales, reconocidos por su trabajo académico y su vida ética ejemplar, todo lo contrario del pseudo rector de la Universidad Nacional Walter Mazariegos quien debe salir junto con su defensora Consuelo Porras para recuperar este golpeado país. Este es el reto. Afrontémoslo. Si no es ahora, no será nunca Guatemala.

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