A la llegada de los españoles en 1524, ya los quichés tenían su propia tecnología. Esta incluía sus armas, lanzas, escudos, arcos, flechas. Los españoles invasores tenían otro tipo de tecnología, ya eran capaces de manejar metales y, por lo tanto, contaban con una tecnología de guerra que incluía armas de fuego, espadas de hierro, escudos de metal, caballos equipados y otros. Aquel encuentro en los Llanos del Palajunoj hacia febrero de 1524 en el calendario gregoriano fue el encuentro entre sistemas tecnológicos diferentes, sistemas de producción de artefactos, tecnologías e ingenierías, en principio de la guerra que luego fueron interaccionando para construir la hibridación de tecnologías, como un subproducto de la misma hibridación cultural.
Los españoles, los mexicas invasores y las culturas locales, quiché, tzultujil, cakchiquel se han mezclado de tal forma que sus tecnologías también lo han hecho. Las formas de elaborar vestimentas, textiles, ropa en general, zapatos, en los últimos siglos, muebles, instrumentos musicales, artefactos de cocina, las mismas formas de cocinar, manejo de cultivos, control y mejora de nuevos alimentos y sus semillas asociadas, tales como el trigo, vegetales e interacción con la flora local formaron un nuevo paisaje. Emerge entonces una intensa interacción entre lo local y lo que traían, y fueron trayendo, los españoles y los mexicas, que también traían sus formas de hacer artefactos, cultivar tierras, cocinar alimentos, el caso del pipián que a la postre se estabiliza en Quetzaltenango como pepián, plato donde interacciona el origen mexica (incluyendo mixtecos y tlaxcaltecos), español y quiché. Cuando disfrutamos de un plato quetzalteco de pepián, ingerimos quinientos años de historia.
Durante la época colonial los sistemas de producción de bienes y servicios, esto es, las artesanías, las tecnologías y las ingenierías interaccionaron mucho más. Nace en Inglaterra en el Siglo XVIII un nuevo sistema de producción, la Revolución Industrial. Pero en el Siglo XVIII la producción quetzalteca de tejidos (chamarras, mantas, servilletas, ropa, etc.), tenería para producción de cuero (suelas, material para zapatos, etc.) y otros era eminentemente artesanal. De hecho, los y las artesanas quetzaltecas conformaron un grupo que consolidó la producción de un sinfín de productos, estos artesanos eran a finales del Siglo XIX, según Ovidio Álvarez: Carpinteros, plateros, herreros, tejedores de lana, tintoreros, marimberos, zapateros, talabarteros, picapedreros, chocolateros, etc. Los marimberos eran los artesanos que hacían, construían la marimba, sabían de sus sonidos y reconocían en el hormigo el mejor material. Los marimberos eran artesanos, los marimbistas eran artistas. Cuando escuchamos una marimba doble guatemalteca, resumimos en unos minutos miles de años de cultura, desde las marimbas de tecomates hasta la marimba de hormigo, desde la muerte de Tecún Umán hasta el Estado de los Altos cuando Daniel Hurtado compone su obra maestra: El Rey Quiché.
La producción de bienes y servicios del Siglo XIX también fue testigo de las primeras industrias quetzaltecas. Resalta la producción industrial de cerveza quetzalteca, primero fundada por los hermanos Kiene, alemanes, la cual fue adquirida posteriormente por Castillo Hermanos. Esto marca dos bebidas que llevan en sí la huella de dos identidades, Cerveza Cabro, la cerveza quetzalteca y Cerveza Gallo, la cerveza guatemalteca, chapina. Los quetzaltecos toman Cerveza Cabro, no Cerveza Gallo. Como los quetzaltecos no se sienten chapines, es en la Cerveza Cabro en donde se refleja esta identidad localista. Decir que los quetzaltecos no se sienten chapines no es decir que los quetzaltecos no se sientan guatemaltecos. Se sienten guatemaltecos, pero no chapines. Este localismo está reflejado en muchas instancias, pero también se concretiza en el gusto por las cervezas, cuya industria se consolida y expande en el Siglo XX. Le sigue la industria del licor, la cual la lidera Botrán, con la Industria Licorera Quetzalteca, productora de bebidas alcohólicas clásicas en la cultura local, desde «Quezalteca», rones, hasta el ron Zacapa producido industrialmente en Quetzaltenango, esto es posible gracias a las aguas quetzaltecas y a la altitud de la ciudad para poder producir rones de altura.
La producción de textiles siguió el mismo camino, primero la Fábrica Cantel y luego las industriales textiles quetzaltecas, Capuano, Montblanc, Zeppelin, entre otras que marcan la transición entre lo artesanal y lo industrial. Se da un crecimiento en los molinos industriales, donde aún se recuerdan los nombres del Molino Excelsior, Molino de Occidente, Molino San Isidro, Molino Alva, Molino San Francisco, que fundamentalmente se dedicaban a moler trigo y a producir harinas, industria que debió cerrar por las políticas internacionales de compra de cosechas de trigo en países en desarrollo de parte de Estados Unidos.
A mediados del Siglo XX emergen tenerías para curtir cueros con procesos cada vez más industriales, así aún se recuerda: Tenería Xelajú, Tenería San Vicente, Tenería Arriola y Tenería TenPac, las cuales producen con maquinaria moderna el procesamiento de suelas y cueros. Para esos años se conocen otras industrias y de las principales cabe mencionar las siguientes: Fábrica de sacos Tecún, fábrica de escobas de raíz, fábrica de muebles y carrocerías Morales y principalmente la fábrica Rosmo. También emergen otras fábricas como la fábrica de productos plásticos Villalta, fábrica de productos de vidrio conocida comercialmente como VITRA, productoras y procesadoras de productos lácteos, XELAC. Así, el Siglo XX fue el testigo de la emergencia de varias, decenas de industrias quetzaltecas que tuvieron en común su decadencia para el Siglo XXI.
Si bien se reorganiza la fábrica Cantel alrededor de procesos automatizados y se da la emergencia de XELAPAN, como ejemplo de industria panadera y pastelera moderna, la tendencia industrial de Quetzaltenango se ve coartada porque el gobierno local, municipal, y nacional, no dieron las condiciones de infraestructura, carreteras, puertos adecuados, capacidad eléctrica adecuada, seguridad adecuada, manejo de inundaciones adecuado. Nada de lo que tiene que hacer un gobierno lo hicieron los gobiernos locales y nacionales para mejorar las capacidades de la industria quetzalteca. Para empezar, el puerto de Champerico, en Retalhuleu, se convirtió en un desastre en manos de Sandra Torres. Las carreteras desde Quetzaltenango hacia México, Ciudad de Guatemala o puertos guatemaltecos son otro desastre. El sistema eléctrico en Quetzaltenango es un hazmerreír, no soportan ni la demanda domiciliaria, menos la demanda industrial. Y las inundaciones, el mal manejo de los desechos, el abandono de la obra pública, hizo que muchas industrias prefirieran cambiar de lugar o simplemente cerrar.
Lo que sí se consolida en el Siglo XXI es la educación en Quetzaltenango. La Ciudad de la Cultura nace como centro cultural y en este siglo se presenta como una ciudad de servicios educativos a todo nivel. Aquí hay que reconstruir estratégicamente a la industria y a la educación técnica asociada. Guatemala adolece de una visión estratégica de desarrollo industrial y de educación técnica y en Quetzaltenango está el potencial para reconceptualizar a la ciudad desde el punto de vista industrial y educativo al mismo tiempo. El capital cultural de Quetzaltenango es enorme. Cuenta con más de una docena de universidades y centros de investigación científica y tecnológica. Se tienen las capacidades industriales instaladas y se debe proporcionar un plan de desarrollo industrial y educativo asociado alrededor de la formación técnica de acuerdo a las necesidades de la industria local y principalmente a la urgencia de formar cuadros capaces de romper con el ciclo de pobreza en que nos han hundido decenas de gobiernos miopes que no han podido dar un norte para salir del subdesarrollo. Quetzaltenango es el lugar, es el camino, es el pasado, es el presente, es el futuro.