Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Apenas llueve unos días y las carreteras mal hechas, poco mantenidas y definidas por la corrupción de gobiernos anteriores se deshacen como si fuesen de papel. Por supuesto que los pro corrupción inmediatamente saltan a gritar que es obra de Arévalo, como si el presidente democrático de Guatemala las hubiese construido, las hubiese abandonado y fuera el responsable de este desastre. ¡Fueron y son ellos, los corruptos, los culpables! Junto a este desastre las ciudades y zonas urbanas terminan inundándose en pocos minutos luego de lluvias intensas.  La razón de estas inundaciones varía de lugar en lugar, pero en general han sido provocadas por 1) crecimiento urbano no planificado correctamente, 2) ausencia de drenajes pluviales adecuados capaces de reutilizar el agua, 3) ausencia de gestión y manejo de residuos sólidos, 4) deforestaciones en las zonas altas y bajas de la ciudad, principalmente en las montañas de las cuencas, 5) uso excesivo de concreto para construir obra privada y pública, material que no permite la infiltración, 6) desconocimiento de flujos de aguas pluviales, flujos dentro de los drenajes y principalmente naturaleza de la hidrogeología de las ciudades.

Cuando las ciudades se expanden de forma desordenada, como todas en Guatemala, resulta un uso inadecuado del suelo debido a una planificación mal hecha o ausencia de planificación. Existen ya zonas de riesgo por inundación, tanto por la forma natural de la topografía y la hidrogeología del lugar y por los actuales efectos del Cambio Climático, pero fundamentalmente por la construcción social de la urbanización equivocada provocando procesos de ocupación en zonas de alto riesgo a inundaciones. Los cambios de uso de suelo inapropiados como resultado de una urbanización mal planificada y mal gestionada contribuyen al incremento del riesgo de inundación.

Si bien el crecimiento urbano de las últimas décadas ha producido el incremento en la cobertura de acceso a agua potable y alcantarillado sanitario, el mismo ha abandonado la construcción y mantenimiento de infraestructura hídrica en materia de drenaje pluvial y el tratamiento de aguas residuales. El otro gran problema es la ausencia del manejo casi total de residuos sólidos. A lo más que llegan las municipalidades guatemaltecas es a la recolección de basura la cual en la totalidad de los casos es lanzada a algún barranco, relleno, mal llamado sanitario, porque realmente solamente son agujeros que se mal llenan de residuos sin control alguno, para luego producir problemas mayores, tal el caso del llamado relleno de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán, AMSLA, que recientemente provocó, o lo hicieron provocar, un enorme desastre. La misma historia se repite en el basurero de Quetzaltenango, ubicado en la parte más hermosa de las faldas del Volcán Santa María, basurero que construye un desastre social, no solamente por la contaminación ambiental, que incluye la contaminación de las fuentes de agua en el Palajunoj, Xecaracoj y otras comunidades en la periferia de la ciudad de Quetzaltenango.  La ausencia de un manejo integral de los desechos sólidos pone en peligro a la poca infraestructura de drenajes pluviales, siendo entonces otro factor asociado a las inundaciones urbanas.

El reuso de agua es un concepto ausente en Guatemala. El país tiene una enorme capacidad hídrica y esto pareciera engañar a las personas, especialmente a los hacedores de política pública, quienes parecen creer que la oferta hídrica es ilimitada, no digamos la población que abusa del agua en cada esquina del país. Ciertamente Guatemala tiene una enorme oferta hídrica, pero, desafortunadamente la gran mayoría de las fuentes de agua están contaminadas. Junto a eso, las plantas de tratamiento no han sido conceptualizadas como parte del ciclo urbano del agua lo que hace que, si eventualmente van a existir plantas de tratamiento que funcionen, que realmente funcionen, no fraudes de plantas, no sabrán a donde lanzarán o en donde utilizarán las aguas tratadas.

Junto al crecimiento urbano no planificado y la ausencia de drenajes pluviales eficientes, se da un intenso proceso de deforestación, especialmente en las zonas de recarga hídrica. Esto ha dejado ciudades y zonas montañosas aledañas peladas de árboles. Si, se dan procesos de reforestación mínimos y muchos de ellos sin la información científica para plantar las especies adecuadas en los suelos adecuados, sin plan para cuidar a los arbolitos sembrados.  A esto hay que asociar que las ciudades de ahora son planchas de concreto. Parece ser que el cemento, el concreto armado se ha metido en la mente de los diseñadores, arquitectos, ingenieros, maestros de obra, albañiles y todos los que al final no ven alternativas de materiales de construcción más ecológicos. Todos estos factores se juntan para producir inundaciones cada vez más intensas, asociadas a lluvias más intensas, en ciudades más desprotegidas y capturadas por la corrupción y la incapacidad.

Las soluciones a las inundaciones urbanas pasan por muchos factores, pero principalmente por el reconocimiento de que hay formas de manejar, no reducir totalmente, las inundaciones. En principio, hay que minimizar, o al menos retrasar, la escorrentía superficial utilizando infraestructura verde, pavimento permeable, lagunas de inundación, principalmente cuando se pueden ubicar en lugares que siempre se inundan. Pero aquí juega un papel importantísimo la ciencia y la tecnología del agua y las investigaciones específicas asociadas (otra razón para recuperar al Consejo de Ciencia y Tecnología, CONCYT y a la Universidad de San Carlos, USAC). Si no se conocen los flujos de agua, si no se estudian científica y tecnológicamente los drenajes, si no se tiene información de la hidrogeología del agua subterránea, difícilmente se podrán reducir y manejar las inundaciones urbanas. El caso de la ciudad de Quetzaltenango es paradigmático.

Recientemente, el fin de semana pasado, Quetzaltenango se inundó dramáticamente por un par de horas de lluvia intensa. Pero esta inundación es realmente el resultado de un proceso histórico que no ha reconocido que la ciudad original fue fundada sobre una docena de macro drenajes pluviales llamados zanjones (Siglo XIX) que fueron eliminados de forma absurda como producto de la imposición de otro sistema de drenajes que encapsuló el agua pluvial y la entubó de tal forma que cuando llueve no son suficientes los drenajes (Siglo XX), porque al final vinieron a tapar los zanjones: ¡Sí, tapando los drenajes pluviales originales de la ciudad! Junto a eso, la creación de macro colonias, residenciales, centros comerciales, industrias, que no manejan el agua, sino que simplemente tiran el agua y sus desechos a los drenajes existentes, sin contar con sistemas de infiltración, esto en el norte (La Esperanza), en el noroccidente (Olintepeque), en el suroccidente (Pacajá), y en la misma Pedrera, Zona Central, se convierte en cuatro fuentes de inundación que terminan con inundar a la ciudad entera, especialmente a la zona 2. A eso hay que agregar que se haga lo que se haga, la zona 2 es un humedal, se llama La Ciénega, y por lo tanto tiene una enorme tendencia a inundarse junto al papel de un tapón hidráulico producido por la existencia del Río Samalá en lo que se llama Las Rosas. Eso hace que Quetzaltenango sea una especie de olla que se llena de agua cuando llueve intensamente. Se puede entonces manejar las inundaciones urbanas, pero hay que considerar esos factores.

En resumen, es posible manejar las inundaciones urbanas, pero hay que reconocer que son problemas sociales complejos. Se requiere una visión sistémica del problema y de la solución. Es urgente que la universidad pública, como en Quetzaltenango, haga el trabajo de investigación científica y tecnológica que debe dar luz a la creación de política pública alrededor del manejo integrado del agua. Las municipalidades, particularmente la de Quetzaltenango, debe, puede y urge que trabaje con la universidad nacional para darle prioridad a un manejo científico de las inundaciones, del agua y del medio ambiente. El campus de la Universidad de San Carlos en Quetzaltenango, CUNOC, tiene ya investigación pertinente adelantada. Debemos hacerlo ahora. Si no es ahora, no será nunca Guatemala.

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