Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Por décadas los guatemaltecos hemos sido sometidos a la presión de gobiernos dictatoriales que han representado a una minoría que concibió a este territorio y a quienes lo habita como suyos, como parte de los semovientes que traía la finca. Este país no-país ha sido administrado como una finca cuyos dueños han encontrado oposición en diferentes momentos de la historia política, particularmente en 1944 y luego durante una larga guerra civil. La élite depredadora ha construido toda una estructura para usufructuar esta tierra a diestra y siniestra. Si bien, la democracia de vez en cuando ha mostrado luces, la mayor parte del tiempo los gobiernos solo reflejan sombras. ¿Será posible que alguna vez salgamos de este subdesarrollo político que ha sembrado tanta inequidad, injusticia y muerte?

Somos herederos de prácticas políticas cuyo objetivo ha sido la represión. Este país, no país, no ha sembrado libertad. Por un lado, tenemos terror por ser libres y por el otro, sabemos que no saldremos de este agujero en que nos han colocado decenas de años de represión si no luchamos por nuestra libertad. Las prácticas políticas y económicas represivas fueron dando espacios para construir una cultura de miedo, una cultura de no participación política, una cultura del «no te metas» y una concepción generalizada que la política es sucia y de que quienes participan en política o son ladrones o son corruptos. ¿Será posible que transformemos nuestra forma de ver la construcción de la libertad, esto es, de la búsqueda de la democracia sabiendo que no será sin romper las cadenas del pasado?

Las instituciones democráticas fundadas por el movimiento revolucionario de 1944 son la herencia de nuestros padres o abuelos, madres o abuelas, nosotros hemos saboreado un poco de democracia gracias a las luchas de los y las revolucionarias de entonces. Ciertamente, la contrarrevolución trajo un coletazo enorme contrademocrático, autoritario, que literalmente partió al país. Los avances democráticos apenas si lograron sobrevivir para la reinstalación de una democracia hecha a la medida de los intereses de los dueños de la finca. Luego de ir y venir, luego de luchas y derrotas, de nuevo la democracia toca a la puerta y logramos ver un poco de esperanza con el gobierno actual. Pero la democracia no será, ni puede ser un regalo, no será un obsequio, fue, es y será el resultado de la lucha de los y las guatemaltecas. En ese punto de la historia estamos.

Una sociedad que por largas generaciones ha sido construida a través de represión, mediada por la manipulación y el miedo. Esa historia tiene muchas décadas y cuando se observan sus efectos transgeneracionales nos encontramos con una sociedad que fácilmente puede paralizarse, fácilmente puede perder la esperanza, fácilmente puede darse por vencida. Estas prácticas sociales de la represión han construido un ambiente de miedo y un terror por el propio control de la vida.

En estas circunstancias hay que entender que las percepciones y acciones de los y las guatemaltecos ahora en la segunda década del Siglo XXI fueron condicionadas por prácticas sociales intencionales, ideológicas, que nos hicieron ver que lo normal era lo que vivíamos, esto es, la injusticia, la inequidad, la pobreza, todas estas prácticas enfocadas en la producción del miedo para que la sociedad sea lo más conservadora posible. Nos toca a nosotros, en este momento histórico de la lucha por la libertad guatemalteca, transformar esas prácticas decadentes cuyo único objetivo era, es y será el mantenimiento del estatus quo, esto es, del estado de cosas. Hemos iniciado ese camino varias veces. A juzgar por los logros de nuestras trasformaciones sociales, estas han sido mínima. Ahora hay una enorme oportunidad, pero hay que reconocer las condiciones históricas de nuestra propia realidad.

La primavera guatemalteca está a punto de iniciar. Ya los guatemaltecos han hecho enormes esfuerzos para colocar a este gobierno con el objetivo de construir democracia. Es el momento en que el liderazgo del gobierno debe mostrarse con más intensidad. Es cierto, tenemos una herencia del miedo y ese se muestra en los dirigentes y en los dirigidos, miedo a que no podremos transformarnos a través de esta lucha por la democracia. Los enemigos ya están identificados. No son muchos y aunque han usurpado instituciones clave, aún podemos rescatarlas. La élite depredadora ya tiene ruptura, ya que hay nuevos empresarios guatemaltecos con una visión más justa de la economía. La piedra en el zapato puede verse en Consuelo Porras, pero ella es solamente un obstáculo que debemos vencer. La victoria más importante será la de nosotros mismos, la derrota del miedo, la derrota del temor a cambiar y con ello a cambiarnos. Estamos en el camino correcto. No abandonemos la lucha. Con miedo no hay democracia. O es ahora o no será nunca Guatemala.

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