Cuando Vinicio Cerezo fue electo presidente en 1986 volvimos a intentar construir un país democrático. Ya habíamos intentado en 1944 cuando Juan José Arévalo fue presidente y se construyeron las pocas instituciones democráticas que tenemos. En ambos casos la herencia dictatorial de gobiernos militares, gobiernos que fueron puestos e impuestos por la oligarquía guatemalteca, tan primitiva, no lo han permitido. Ellos, una minoría que algunos estiman en el 3%, no quieren soltar su finca y con ellos las prácticas administrativas del capataz, esto es, una visión autoritaria, machista, clasista, racista, egoísta del mundo que niega la diversidad y los derechos más fundamentales de los y las guatemaltecas, principalmente de los niños y aún más dramáticamente de las niñas. El país se diluye con una pobreza multidimensional de más del 70%, donde la mitad de niños y niñas sufren desnutrición crónica entre cientos de problemas sociales creados por una sociedad desigual cuya base material e ideológica ha sido la corrupción.
Guatemala ha intentado una y otra vez liberarse de las cadenas coloniales, dogmáticas, ideológicas de la derecha extrema que le aprisionan, como lo muestra una sangrienta guerra civil, donde muchos dieron sus vidas por un país mejor, entre 1960 y 1990. Para finalizar este conflicto se firmaron unos Acuerdos de Paz que solamente fueron frases baratas, palabras vacías, intenciones vanas que dejaron a los más necesitados en peores condiciones que antes de la guerra. Los movimientos sociales guatemaltecos siguieron en el Siglo XXI, en los que destaca el movimiento social del 2015 de La Plaza, un movimiento urbano que se levantó en contra de la corrupción representada por el entonces presidente Pérez y la vicepresidente Baldetti, ambos en prisión.
El movimiento de La Plaza del 2015 fue el resultado de la revelación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG, un órgano independiente de Naciones Unidas, del enorme problema de corrupción en el país. Se sabía de la corrupción, pero nunca se había documentado con tanta claridad de tal forma que fue inaceptable para la población que el presidente y la vicepresidente fuesen las cabecillas de estructuras criminales que venían defraudando al Estado guatemalteco. Medios de comunicación, redes sociales, políticos y académicos comenzaron a destacar las prácticas de la corrupción y a criticar intensamente al gobierno de turno. Se formó entonces la Plataforma de Reforma del Estado, liderada por el rector de entonces de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Carlos Alvarado. Lo nuevo de esta crisis del 2015 fue cómo las redes sociales permearon un intenso movimiento urbano capitalino, seguido por algunas ciudades como Quetzaltenango, pero fue un movimiento urbano, movimiento social que interrumpía la esfera política cuyo efecto fue la renuncia del presidente y la vicepresidente que inmediatamente fueron encarcelados.
Parecía entonces que la primavera regresaba a Guatemala. Pero como dice el principio newtoniano, toda acción tiene una reacción en sentido contrario, así que mientras los guatemaltecos celebraban la victoria de la CICIG y la entonces Fiscalía Contra la Corrupción, FECI, la rancia oligárquica local se organizaba para tomar de nuevo el control político del país a través de diseñar un plan de emergencia para expulsar a la Comisión Contra la Corrupción CICIG. Las desordenadas fuerzas sociales mal pseudo organizadas en la llamada Plataforma de Reforma del Estado, conformada por grupos de todos los sectores, con cierta tendencia de grupos de izquierda que se peleaban entre sí no logró ver la avalancha pro corrupción que se venía en el nombre de Jimmy Morales, quien entró a hacer nada, solamente escoger fiscal pro corrupción, expulsar ilegalmente a la CICIG y no hicimos nada, nada de nada. Otra oportunidad perdida.
Sin la CICIG, con el sistema de justicia cooptado, con las altas Cortes atrapadas, con una Universidad Nacional que sirvió solamente para que los corruptos afianzaran sus tentáculos, por medio de imponer un rector, apoyado por un Consejo Superior dispuesto a violar todas las normas y leyes de la propia universidad y del país, cuya agenda era procurar lo que quisiera Miguel Martínez se perdió lo poco ganado en el 2015. A ese fenómeno social le llamo yo coletazo, el coletazo del pacto de corruptos al proceso de construcción de la democracia. Estamos justo en la parte más intensa del coletazo, cuando los poderes obscuros, del mal, se arropan entre sí para defender todas, digo todas las prebendas que el sistema de corruptos les ha dado.
Luego vinieron estas elecciones del 2023 amañadas desde el principio con un Tribunal Supremo Electoral que quiso agradar a Dios y al Diablo al mismo tiempo. Desde el principio se percibía que el único partido decente, pero inocente, era el Movimiento Político Semilla, un grupo de niños-bien con aires de salvadores habían integrado años antes un partido político al que pocas esperanza se le daba. Sin embargo, la población de a poco vio en Semilla la única opción para salir del pozo obscuro en el que nos habían hundido los corruptos, léase la élite empresarial que había colocado a Morales y a Giammattei para consolidar sus fechorías. La primera vuelta presidencial fue ganada por Sandra Torres y a nivel de diputaciones Semilla logra un número aceptable de diputados. Pero apenas pasó a segunda vuelta Arévalo, el pacto de corruptos desató todas sus armas en contra de este partido.
Así nos encontramos en un momento crítico de la construcción de la democracia guatemalteca. El Pueblo ha tomado la decisión del camino democrático. Las múltiples muestras de apoyo que se le dieron al gobierno de Semilla en el intenso golpe de Estado orquestado por el Pacto de Corruptos, donde la punta de lanza fue, es y será la fiscal general y el mismo ministerio público que entra a jugar, ilegal e inmoralmente, política, presentan un panorama alentador para la construcción de la democracia. Ahora, es el momento en que el liderazgo del presidente debe mostrarte con más intensidad, con más fuerza, es el momento de recuperar la democracia que nos han robado. Sino es ahora, no será nunca Guatemala.