La educación es fundamental para la sociedad porque permite que las personas vivan vidas satisfactorias personalmente y responsables socialmente. Los objetivos de la educación son muchos, pero destacan sus objetivos económicos, esto es que las personas puedan producir bienes y servicios para ser económicamente independientes y para poyar a su sociedad. También son importantes los objetivos políticos, porque los seres humanos debemos participar en el manejo de nuestra sociedad para construir alternativas de gobierno participativas y democráticas. Y su objetivo cultural, esto es la función de la educación para construir identidad a través de la participación en prácticas sociales como la música, la lectura, el arte, el deporte y otras. Por supuesto que las escuelas no deben reemplazar a la familia que también tiene sus propias funciones educativas. De esa enorme gama educativa deseo destacar la educación científica, la que actualmente se enfoca en ciencia, matemática, tecnología e ingeniería, STEM por sus siglas en inglés.
Si bien la educación en general es importante, tenemos otras tareas previas porque antes de saber ciencia debemos saber leer y antes de leer debemos comer. En un país donde más de la mitad de nuestros niñas y niños están desnutridos, las prioridades parecen claras. En un país como el nuestro podríamos decir que nos debemos contentar con que las escuelas abran, con que los profesores lleguen y que cumplan sus 180 días de clases, pero no. En un país como el nuestro la ciencia debe ayudar a que los alumnos desarrollen prácticas que se necesitan para llegar a ser seres humanos compasivos, capaces de pensar por sí mismos y encarar la vida con inteligencia. De todos los factores que afectan a la educación el profesorado es el más importante, como decía Ricardo Cantoral, el profesor no es el problema, es la solución.
La formación de profesores es el elemento clave de la educación. Por eso, el primer rescate que requiere la educación son las universidades en particular la universidad nacional. La Universidad de San Carlos forma profesores para todas las áreas y por eso, entre otras muchas razones, debemos rescatarla. La formación de profesores en matemática, tanto para primaria, secundaria o universidad, tiene una ventaja por la amplia investigación que tenemos sobre aprendizaje de la matemática, que se encuentra documentada en decenas de revistas científicas, en particular la Revista Latinoamericana de Matemática Educativa.
Tome el caso de las dificultades de aprender sobre fracciones matemáticas, algo en lo que fallan el 90% de los graduandos de la secundaria de Guatemala. Los alumnos de los últimos años del nivel primario y primeros del nivel medio no comprenden muchas veces que las fracciones representan objetos concretos que se pueden medir con unidades, décimas de unidad, centésimas de unidad. Se ha documentado que al preguntarles si ¼ es igual a 0.2500, tienden a decir que no son iguales. Los y las alumnas tienen dificultad al escribir decimales que representen partes sombreadas de rectángulos divididos en 10 o 100 partes. Los de nivel medio pueden tener poca comprensión del significado de los números fraccionarios, así, muchos del primer grado de enseñanza media no perciben que 3¼ es lo mismo que 3 + ¼.
En fin, hay investigación básica sobre el aprendizaje de la matemática, lo mismo que hay sobre aprendizaje de la ciencia, la tecnología y de la ingeniería. Esta investigación debe validarse en los contextos sociales guatemaltecos y junto a eso tenemos que aprender a diseñar programas de formación docente basados en investigación. Ya hay científicos guatemaltecos y latinoamericanos que se han especializado en el aprendizaje de la matemática, la ciencia, la tecnología y la ingeniería que pueden apoyar. Para eso será necesario que la secretaría de Ciencia y Tecnología, SENACYT, ahora dirigida por una brillante científica guatemalteca, Karin Herrera, trabaje en apoyo al Ministerio de Educación para transitar de la opinión al dato, de la especulación hacia los nuevos programas de formación docente basados en ciencia. Para eso hay que sacar urgentemente del ministerio de educación a personajes como Joviel Acevedo y de la Universidad de San Carlos a tipejos como Walter Mazariegos, capos que han cooptado nuestras instituciones educativas.
La sociedad nuestra requiere una oportunidad más para educarse mejor. Hay instituciones con programas específicos que lo hacen bien, pero que lo pueden hacer mejor. Ya no podemos seguir en un ambiente donde nuestros niños y niñas estén abandonados, donde la mitad de ellos estén desnutridos. Ya no podemos seguir con niños y niñas que no saben leer y escribir. En las pruebas de matemática los graduados de secundaria ya no pueden seguir perdiendo un examen sencillo de aritmética. No podemos dejar la educación científica solamente para un grupo de gente privilegiada. No podemos seguir pensando que la función de los maestros y maestras es sencilla, simple, cuando es realmente compleja y por eso requieren ayuda, científicamente validada y socialmente pertinente. Es el momento de recuperar nuestras instituciones educativas. O es ahora o no será nunca Guatemala.