El pueblo de Guatemala habló fuerte y claro a favor de un país diferente: Queremos un cambio. Queremos un país que invierta sus recursos en áreas estratégicas, léase educación, nutrición, producción, energía, vivienda, infraestructura, reducción de la violencia, agua, cambio climático, migración, etcétera. Son tantos los problemas que hay que resolver en Guatemala que esta lista se queda corta. ¿Qué se puede hacer ante tanta demanda? Debemos ser estratégicos. Esto es, ubicar recursos en donde se requieren, pero en función de un retorno social importante. Esto sólo puede hacerse con la mejor ciencia y tecnología disponible.
Para ilustrar la forma en que es posible realizar el cambio lo haré utilizando el tema «agua», agua no solamente como compuesto químico, sino también como recurso energético y principalmente como conector social.
El problema del agua en Guatemala no es su escasez, al contrario, es su abundancia. Vivimos en un país con enormes capacidades hídricas superficiales, subterráneas y atmosféricas. Estamos literalmente cruzados de ríos, superficiales y subterráneos, así como corrientes trans oceánicas. El sur de México no tuviera vida, sino por los ríos guatemaltecos que nacen en Quiche. Así, podríamos hacer una enorme lista. Realmente disponemos de cien mil millones de metros cúbicos de agua anualmente, pero desconocemos la naturaleza de este recurso.
Al preguntarles a los niños urbanos de donde viene el agua, suelen decir del «chorro». Los adultos tampoco conocen las fuentes de agua de su ciudad. Como sociedad no hemos construido una concepción clara del ciclo social del agua ya que los ciudadanos sólo poseen un conocimiento escolarizado repetitivo, “el agua está en estado líquido, sólido y gaseoso…” sin entender las fases, los contextos y la ubicación del agua en su propio territorio.
Las municipalidades, por otro lado, no disponen de balances hídricos locales adecuados. Casi no hay estudios hidrogeológicos de las aguas subterráneas, se monitorean poco los pozos y las fuentes de agua no están siquiera inventariadas. Quetzaltenango, por ejemplo, depende de agua de sus vecinos rurales Varsovia y Monrovia, quienes no tienen agua para sí, pero le dan a Xela. Aunque ya hay estudios hidrogeológicos del agua subterránea de la ciudad de Quetzaltenango, estos no se actualizan. Así que sabemos poco realmente del ciclo urbano del agua en Xelajú, donde hay universidades y centros de investigación. Sabemos mucho menos en otras localidades de Guatemala.
El agua se trata como si existiera una cantidad infinita. En principio no se re usa, no se trata, no se cuida. Este despilfarro en determinadas zonas está asociado a la ausencia de agua en zonas vulnerables. Más aún, no capturamos agua de lluvia para uso doméstico u otro uso, porque percibimos que abunda. Usamos el agua para todo, principalmente para agricultura de sobre riego, para lavar carros, sobre regar calles pavimentadas, sobre regar jardines, tirar los excrementos, heces (nuestro excremento y el de nuestras mascotas) pero no la tratamos. Hemos convertido los ríos de Guatemala en drenajes. El 95% del agua en Guatemala ya está contaminada. A la fecha Quetzaltenango no tiene una sola planta de tratamiento de agua que funcione, las industrias menos y las lotificaciones, aun no tratan el agua, menos que la reúsen. Esto es en todo el país.
Aquí, tanto para el agua, como para la educación, para la desnutrición, para la vivienda, para cualquier problema social importante, hacen falta investigadores científicos. Si, hay técnicos municipales en algunas empresas municipales, pero realmente hay un desconocimiento total del ciclo urbano y social del agua, Sin investigación científica y tecnológica no podremos resolver nuestros propios problemas porque no los entenderemos. La sugerencia es identificar problemas estratégicos y construir programas estratégicos en donde las universidades, particularmente la Universidad Nacional (artículo 82 de la Constitución), puedan trabajar en conjunto con las municipalidades, mejor si con las mancomunidades asociadas y desarrollar capacidad de investigadores científicos e innovadores tecnológicos, incluyendo áreas técnicas y sociales del agua, desde técnicos, ingenieros a sociólogos y antropólogos, capaces de ayudarnos a establecer planes de desarrollo que nazcan desde las comunidades.
La sugerencia es que el nuevo gobierno de Arévalo trabaje sistemáticamente en la identificación de programas estratégicos (Agua, Educación, Nutrición, Energía, Migración, etc.) desde una concepción de alianzas con la Universidad Nacional, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el ministerio pertinente y el Sistema Nacional de Planificación aprobado en el decreto 114-97 de la Ley del Organismo Ejecutivo. Las universidades del país tenemos avances en el entendimiento científico de diferentes problemáticas sociales, laboratorios, científicos, pero hay que conectarlas estratégicamente con las municipalidades locales. Para eso hace falta una estrategia y rescatar a la misma Universidad de San Carlos de las manos de la corrupción.