Este año recordamos la efeméride de los cuarenta años de vigencia de la Constitución Política de la República de Guatemala, una fecha simbólica, sin duda, aunque no haya desparecido ni el centralismo gubernamental en manos de los militares ni eso quiere decir que haya nacido de nuevo la democracia en Guatemala.
El cambio de régimen principió a gestarse mucho antes por la intensa lucha y resistencia sindical, social y política antimilitarista que dejó miles de muertos, grietas sociales y asignaturas pendientes para los gobiernos pasados en materias básicas de derechos humanos, justicia, verdad y reparación digna que reivindique los principios elementales de la sociedad: vivir y dejar vivir, asentar los valores democráticos y lograr ese estado de bienestar basado en la cohesión social y en la lucha contra las desigualdades.
Recordemos que la desmemoria de la población es el elemento más importante del que se nutren los fascistas criollos, y eso es lo que aprovecharon los grupos autoritarios y antidemocráticos por medio de sus sirvientes políticos en la administración pública, léase presidentes, ministros, diputados, gobernadores y alcaldes quienes pusieron los servicios del Estado a disposición de los más rancios grupos económicos conservadores que ahora controlan las redes sociales en donde las nuevas generaciones se mueven.
Quienes han sufrido el horror y la violencia de esos grupos políticos criminales que luchan por instaurarse nuevamente en el poder, pueden reafirmar que el panorama actual es preocupante por la versión deteriorada de la política que manejan provocando y subvencionando a los grupos delincuenciales organizados y desorganizados para crear incertidumbre y desconfianza en las acciones del actual gobierno.
Pensar globalmente, es decir, en función de toda la población y sin intereses económicos particulares, así como iniciar las alianzas entre municipalidades de diferentes colores políticos, las instituciones gubernamentales y la población, es menester para lograr una reconexión social en pro del bienestar común; no se debe perder el contacto con la realidad con lo que pasa y necesitan los habitantes rurales y urbanos.
Ya no hay que dejar el poder en manos populistas a personas con dificultades económicas que polaricen a la población rural que mira con desconfianza las élites urbanas; recordemos que los grupos recalcitrantes de la derecha y ultraderecha en Guatemala son especialistas en convertir cualquier circunstancia en miedo y éste a su vez en odio; así mismo desea el cercenamiento de derechos bajo una falsa bandera de libertad para acrecentar la esclavitud económica.
Lo ideal sería aplicar un pragmatismo político que reconozca el respeto a los derechos humanos y a la dignidad de las personas, pues de lo contrario será dejar que los grupos de la vieja política, es decir la derecha y ultraderecha amplíen su estrategia con la compra de voluntades traducidas en votos para seguir minando la incipiente democracia en que estamos.
En estas próximas elecciones de fiscal general, Tribunal Supremo Electoral, Corte de Constitucionalidad y otras instituciones, nos jugamos mucho; nos jugamos la democracia, nos jugamos un porvenir en común, por eso, antes de que sea tarde, el futuro es ahora.







