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Utilizo la generalización imperfecta para indicar el poco o nulo conocimiento que tenemos los guatemaltecos acerca de nuestra Historia en materia política, educativa, social y administrativa en general; este fenómeno cultural ha definido una parte importantísima de nuestra actualidad, pues la mayoría de las personas que han regido los destinos del país han sido analfabetas funcionales.

Basta saber el grado de cultura y educación que tuvieron para entender que su formación personal, como a cualquier ser humano, no fue la mejor y que por azar del destino y en otros casos el poder económico, así como el de las armas, los llevó al ejercicio de cargos administrativos en los cuales tomaron decisiones trascendentales para la población y cuyas consecuencias hasta la presente fecha vivimos.

Para comprender nuestro diario vivir es necesario conocer los antecedentes que dieron lugar a determinados actos, costumbres, tradiciones en cualquier ámbito de la vida diaria, y no es que se pretenda que toda la población sea docta en materia histórica; no, pero al menos es básico conocer algunos aspectos con los cuales vivimos diariamente pero que desconocemos su por qué, cuándo y dónde; porque de lo contrario seguiremos viviendo como robots humanos repitiendo lo que escuchan y nada más. 

En las escuelas primarias, institutos nacionales y en algunas universidades los cursos de Historia de Guatemala se siguen repitiendo como un eco la sarta de mentiras y mitos relacionados con la independencia o actos políticos de beneficio para la población; en gran parte esa responsabilidad recae en los maestros quienes no conocen o no desean decir la verdad a sus alumnos y prefieren que sigan en el oscurantismo de la mentira tal cual lo desea el sector económicamente dominante.    

En términos generales, también influye el desinterés de los maestros, directores y supervisores de las escuelas por inducir a los alumnos al hábito de la lectura y formación de bibliotecas, porque, aunque sean virtuales se debe leer para tener comprensión de lo que se observa, de lo contrario tendremos que imitar a algunos países que se dicen tecnológicos pero en los cuales la mayoría de su población por ser ignorante necesita sólo el lenguaje de señalización, por ejemplo el rótulo o señal donde la figura de un tenedor o juego de cubiertos indica la presencia o cercanía de un lugar donde venden comida.

Durante muchísimos años Guatemala ha recibido de la Comunidad europea y USA, en calidad de préstamos onerosos y gratuitos; muchos millones de divisas para supuestamente invertir específicamente en el rubro de educación rural, sin embargo, a través de los años nos hemos preguntado: ¿cuál es el resultado de la inversión de esos préstamos? Las estadísticas del Ministerio de Educación revelan a nivel nacional la deficiencia en matemática e idioma español, entendiéndose ésta última como la lectoescritura que les impide alcanzar las habilidades esperadas para su edad, la comprensión lectora y la redacción en forma adecuada. 

Por lo tanto, la falta de capacidad didáctica e investigación de los maestros para enseñar Historia coadyuvó para seguir adelante con los objetivos de los verdaderos dueños del país: mantener a la población en un estado de ignorancia y esclavitud económica, por supuesto, con el tácito consentimiento de las autoridades educativas de ayer. Finalizo con el dicho de George Santayana: “el que no conoce su pasado, está condenado a repetirlo”.

Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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