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Terminó el mes de agosto con la preparación de los desfiles de antorchas, militares y escolares; ya pasó el cierre de calles para que los estudiantes pudieran practicar sus coreografías, piezas musicales y marchas al estilo de ejércitos de países extranjeros. Inició septiembre, denominado el mes de la patria para festejar la independencia del país, un mes que sintetiza el orgullo e identidad nacional.

El imaginario colectivo pareciera que no ha comprendido aún el significado político de la independencia administrativa de Guatemala con respecto de España, pues celebran a todo pulmón un acontecimiento que no cambió en nada la vida de la población guatemalteca; sí hubo cambios estructurales que favorecieron a la élite gobernante, comerciantes y exfuncionarios de la Corona española.

Sin victimizar a la mayoría de la población indígena, se puede decir que las condiciones de esclavismo disfrazado de varias formas económicas, políticas, sociales y religiosas de hace trescientos o cuatrocientos años siguen vigentes, sólo que ahora ya están sofisticadas por la ciencia y la tecnología; circunstancias que vemos en el diario vivir de la población en las áreas urbana y rural, donde la concentración de pobreza carcome el alma de quienes no han podido siquiera ver la luz de un incipiente progreso.

La vida independiente en las ciudades de Guatemala con sus cinturones de pobreza, corredores secos por el hambre que contrastan con las mansiones de los exfuncionarios ladrones y mafiosos de la política, las megaiglesias extorsionadoras de incautos de todo nivel social, educativo y económico; la extrema pobreza en los barrancos aledaños acosados por la delincuencia organizada y desorganizada; todo ello, en el diario vivir hace mella en la conciencia ciudadana e invita a muchos sectores a delinquir.

La independencia de mil ochocientos veintiuno aseguró el bienestar económico de la cúpula gubernativa de la época tal y como consta en el artículo uno del acta redactada para el efecto, el cual dice: 1. Que siendo la independencia del gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor jefe político la mande publicar, para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.

Observamos en el texto que los interesados previeron que la población pudiera declarar la independencia y de hecho nombrar a sus nuevas autoridades; sin embargo, con ese gesto discriminativo y arrogándose la representación popular hicieron la declaratoria independentista con el contubernio de la Iglesia católica, gobernantes de la corona española, comerciantes y políticos.

El acta de independencia carece de validez jurídica puesto que fue redactada en el Protocolo de José Cecilio del Valle quien como notario no firmó su autorización; aparte de lo anterior, en la correlación numérica de los puntos del acta no aparece el punto número nueve.

Los historiadores Pedro Pérez Valenzuela y José Joaquín Pardo laborantes del Archivo Colonial hoy Archivo General de Centro América, la descubrieron en el año mil novecientos treinta y cuatro y la expusieron al público. Actualmente, ya no es posible visualizarla, pues no se conoce su paradero.

Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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