La ausencia tradicional del Estado por medio de las autoridades que deben regular el servicio del transporte urbano en la capital, municipios y cabeceras departamentales con densa población, ha obligado a las personas a buscar medios de transporte seguros, rápidos y eficientes que les permita trasladarse de un lugar a otro con la prontitud que amerita sus necesidades.
Esa desesperación popular ha llegado a su límite y de hecho obligado a un inmenso sector de habitantes a buscar y encontrar las soluciones más inmediatas para paliar esa necesidad de transporte; y la motocicleta ha sido el salvavidas en materia de tiempo para suplir al transporte urbano de pasajeros susceptible de asaltos y hasta crímenes.
Dependiendo del uso que se les dé a los mismos, puede considerarse que la utilización de dicho vehículo de dos ruedas desempeña una función positiva para quienes los usan para fines correctos; sin embargo, dichos medios de transporte son utilizados también por la delincuencia común, organizada y desorganizada para efectuar la comisión de hechos criminales.
Mientras tanto, la población observa que las motocicletas se usan para diversos objetivos, entre ellos el servicio de mototaxi, repartidor de comidas, mensajería, periodismo y otras actividades lícitas; pero también las utilizan para realizar asaltos a mano armada, asesinatos, extorsiones y otras actividades ilegales.
Las motos son el vehículo perfecto para los delincuentes porque entran y salen de los callejones estrechos, culebrean entre los vehículos, se escapan rápidamente en sentido contrario al de la circulación y permite que el ocupante trasero sea quien dispara o roba, se suba o se baje en pocos segundos sin dejar ninguna clase de huellas digital, visual o mecánica.
El trinomio moto-celular-pistola en muchos actos delictivos es la fórmula para ocasionar el daño rápido y la fuga segura; no hay ciudad o poblado que resista esa combinación sí no se actúa; y no escribo sólo para aplicar castigos, también para que el elemento prevención se aplique con los registros frecuentes, integrar bases de datos, cámaras lectoras de placas, operativos de control con tecnología y, sobre todo, con voluntad política de hacerlo.
El uso de las motos de bajo cilindraje se ha convertido en la herramienta perfecta de la delincuencia urbana y la falta de su regulación permite el acecho e impunidad para la comisión de actos delictivos. Las motos de este tipo son tan fáciles de adquirir como comprar una pantalla de televisión, basta con utilizar una tarjeta de débito o crédito para obtenerla en el establecimiento comercial con un primer pago y cualquiera puede salir rodando sobre ella.
En el sentido de la prevención del delito sería bueno que, algunos de los diputados presente una propuesta concreta, ejecutable y eficaz para regular el fenómeno de la delincuencia motorizada y al respecto se legisle para que sea obligatorio que las empresas que venden motocicletas lleven un control de las personas que las adquieren y aparte de las condiciones económicas de la compraventa, que administrativamente registren sus datos personales en un formulario con su fotografía impresa y una copia sea entregada a las autoridades para que en determinado momento se pueda verificar la identidad del propietario y que no entreguen la moto sin placas de circulación.
Esta propuesta podría ser una realidad a corto plazo, Oj Alá no caiga en oídos sordos.