El lago de Amatitlán es un lago de origen volcánico que se ubica a veintiséis kilómetros de la ciudad capital, tiene una longitud de once kilómetros y su flujo de salida se convierte en el río Michatoya; ubicado dentro de la jurisdicción del departamento de Guatemala, pero en la administración de los territorios de los municipios de Villa Nueva, Villa Canales, San Miguel Petapa y Amatitlán.
En la cuenca del lago existen catorce pueblos, de los cuales siete influyen directamente en el lago debido a la degradación de los recursos naturales, es decir que, allí confluyen los desechos orgánicos e inorgánicos que producen dichas comunidades más los provenientes de las zonas once, doce y veintiuno de la ciudad de Guatemala.
Lo anterior, a través de los años ha derivado en que, la acción humana de incultura sanitaria de las personas que habitan en sus alrededores, el turismo interno que lo visita y la irresponsabilidad de las industrias que vierten sus desechos con la diversa contaminación química; harán que, en unos pocos años termine convirtiéndose en un gran pantano, léase ciénaga, lodazal, fangal o suampo sufriendo su deterioro irreversible.
Para quienes conocimos ese lago con aguas azules y pudimos bañarnos en sus orillas y comer mojarras recién pescadas nos resulta increíble el estado físico-natural en que se encuentra actualmente: aguas verdes, hedores fétidos por la descomposición de las algas y plantas que nacen, crecen y se reproducen en sus orillas, alimentando la proliferación de niveles químicos tóxicos, en otras palabras: las micro algas que crecen de manera desproporcionada en el lago por la contaminación tiñen el agua de un color verde brillante, fluorescente durante la noche en los meses de más calor.
En el año dos mil veintidós Evelyn Rodas Directora Científica de Ibalgua, una fundación que busca soluciones a la contaminación del lago manifestó que, en gran medida la descomposición se debe a que, “la orina que llega al lago tiene urea, la urea tiene nitrógeno. Lo mismo pasa con la materia fecal que no se descompone pues genera nitrógeno y, junto al fósforo de los detergentes, son los nutrientes que alimentan a las algas denominadas microcystis”.
Sin entrar a consideraciones de orden político, se debe reconocer la ignorancia, analfabetismo administrativo, desidia, atraso cultural, falta de visión, incultura e incapacidad personal y de los equipos de trabajo de quienes han tenido la responsabilidad municipal y gubernamental para desarrollar programas eficaces para el saneamiento y conservación natural del lago de Amatitlán; aparte del afán de lucro que con creencias en que primero Dios se arregla solito por medio de un milagro o con las pócimas de agua maravillosa traídas desde Israel.
La corrupción administrativa de muchísimas personas en el dar y recibir es otro factor que no ha permitido realizar acciones verdaderamente técnico-científicas para buscar y encontrar solución a este problema que, al fin y al cabo, tendrá repercusiones negativas en materia de salud para la población aledaña al lago y zonas del sur de la capital de Guatemala.
Todo lo anterior provoca un sentimiento de tristeza, por su realidad actual, también una cólera interna y sorda contra las autoridades que durante muchos años han olvidado el saneamiento del lago que nuestros descendientes no disfrutarán.