El frío nos causa una sensación de angustia en términos generales al no poder controlarlo; es una sensación parecida al miedo que experimentamos cuando sucede un hecho natural como los temblores y terremotos, así como cuando observamos el desbordamiento de los ríos.
Pero el frío en la conducta de las personas se manifiesta en mal humor y en un sentido de desesperación, prisa por finalizar las actividades que estén realizando y, naturalmente, buscar o acudir a un lugar donde encuentren un ambiente menos frío. Pero, esa desesperación y actitudes con prisa conllevan a realizar los actos con menos responsabilidad teniendo como resultado una insatisfactoria respuesta a los mismos.
Hoy vemos el frío humano como un fenómeno que casi se equipara al frío ambiental en los actos insanos e inmaduros de personas que pareciera nunca haber tenido un calorcito amoroso en su crecimiento y menos en su adultez; su comportamiento hacia los demás conlleva una carga de ironía, insolencia, prepotencia, afán de demostrar poder sobre los demás, lenguaje hiriente y sarcástico.
Tal conducta la vemos en los empleados y funcionarios de los centros de salud, hospitales, bancos, instituciones administrativas del Estado, comercios, aeropuertos, aduanas, incluso templos religiosos donde se supone que todo es bondad y cariño a cambio de un poco de pisto, por supuesto; en los pilotos de autobuses urbanos y en muchas actividades más que fueron creadas para atención al público; pero una buena atención porque para eso les pagan a los empleados y funcionarios públicos y privados.
En esta época navideña, ese frío navideño no desaparece, ni con canciones y villancicos que llaman a la cordialidad, al amor, a la reflexión, a la alegría y sobre todo a buscar la espiritualidad que la vida les hace olvidar constantemente, sin afanes religiosos, ni con gorros y adornos navideños en las solapas de sus trajes o uniformes; siempre sale a relucir ese frío que les carcome el alma y no los deja vivir en paz; colocando luces de colores pero pensando en las venganzas por realizar el próximo año, lástima que muchísimas personas sean y vivan de esa forma.
Tales conductas frías se reflejan en profesionales hombres y mujeres supuestamente educados que necesitan machacar su poder sobre los subalternos; en los médicos y enfermeras que se creen dioses o semidioses atendiendo a los enfermos de manera grotesca e inhumana, en las ventanillas de las instituciones donde el empleado más gacho impone su “legislación de ventanilla”
Ese frío no desaparece, generalmente se acrecienta como una venganza hacia los usuarios o subalternos para encontrar una satisfacción momentánea de poder; las personas narcisistas manifiestan una excesiva complacencia en la consideración de sus propias facultades u órdenes; cuida en exceso de su aspecto físico o que tienen un alto concepto de sí misma.
El calorcito navideño no es suficiente para calmar o atenuar ese constante frío navideño manifestado en cualquier época del año y que repercute en el ideario de la población señalándolos como enfermos sociales naturales; vaya para ellos, cuando lean estas palabras, un cordial saludo navideño.