Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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El envejecimiento humano es un proceso gradual y adaptativo de tipo biológico, psicológico y social, es consecuencia de cambios genéticamente programados por la herencia, historia personal, estilos de vida, ambiente y condiciones sociales a las que estuvo expuesta la persona. En general se caracteriza por una disminución en la eficiencia del funcionamiento de los órganos y sistemas del individuo y un incremento del riesgo para adquirir enfermedades agudas y crónicas.

Uno de los mayores problemas de gran parte de la población adulta guatemalteca mayor de setenta años es encontrarse de un día para otro con el peso de la edad; vivir la realidad más inmediata de su entorno familiar en que los hijos se encuentran inmersos cada uno en sus afanes y no tienen tiempo para visitarlos y compartir algunos momentos familiares, eso los lleva a una depresión lenta que los mina indefectiblemente.

El mismo fenómeno sucede con algunas mujeres que después de dar su vida entera a su hogar, léase, quien no tuvo la oportunidad de trabajar en alguna institución del Estado o municipal, afronta serios problemas para su subsistencia y en algunos casos también para la subsistencia de su familia.

Quienes después de haber dedicado una vida a su trabajo, se encuentran con la realidad que sus hijos están atrapados en sus propias rutinas y casi no tienen tiempo para visitarlos por lo menos cónyuge e hijos, se ven prácticamente abandonados y viven un período de soledad y recuerdos con los que llenan su tiempo diariamente.

Socialmente, la población misma idólatra a los jóvenes, lo vemos en la publicidad de casi todos los productos de consumo que premian o privilegian lo fresco, lo nuevo y vibrante como que si fuera un asunto religioso.  Hay varias formas de leer la vejez y sus síntomas, entre ellos: la pérdida generalizada de ingresos, salud, memoria y hasta la relevancia social en su comunidad o ámbito regular de acción.

Los programas de pensiones para adultos mayores implementados por los distintos gobiernos, al igual que siempre han sido cooptados por clientelismos políticos; y, aun así, esos esfuerzos han sido insuficientes frente al deterioro constante de la salud de los guatemaltecos.

El problema anterior trasciende a lo material; pues el proceso natural de acumular años se enfrenta a la barrera tecnológica para efectuar citas médicas, pago de facturas y otras acciones que necesariamente requieren el poseer y saber utilizar un aparato telefónico, lo cual para las generaciones mayores es un proceso lento de aprendizaje y por lo tanto caer en la marginalidad social.

Ojalá este gobierno se adelante al colapso social que se avecina, porque cada día hay menos población joven y más población adulta; ante ello, es necesario repensar las ciudades y pueblos de Guatemala proporcionando un sistema de salud adecuado para el bienestar de los adultos mayores quienes pueden seguir aportando su experiencia valorada como un recurso valioso y no como un estorbo.

Se reconocen tres tipos de envejecimiento: UNO es el exitoso el cual consiste en que se presentan únicamente los cambios inherentes a la edad; DOS: el usual, en el que además se manifiesta alguna enfermedad crónica; y TRES es el que presenta un envejecimiento con fragilidad, es el que padecen los ancianos débiles y enfermizos.

La población de adultos mayores de Guatemala tiene el derecho de envejecer con dignidad, lo cual no es un privilegio.  Los gobiernos anteriores fueron profundamente miopes, porque el futuro que ellos diseñaron, inevitablemente nos espera a todos, incluyéndolos a ellos.

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