Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Indiscutiblemente que la naturaleza no avisará a qué hora ni qué día y mucho menos dónde se va a presentar con sus impredecibles cambios atmosféricos, de frío, calor, terremotos, ciclones o huracanes, hundimientos de la tierra, lloviznas, lluvias moderadas, intermitentes o torrenciales, erupciones, lahares, heladas, caída de granizo y otras manifestaciones que de una u otra forma afectan a la población.

Debido a tales circunstancias, en la mayoría de los países existen organizaciones o dependencias gubernamentales y privadas que se dedican a monitorear las condiciones atmosféricas actuales para predecir su presencia en determinados lugares; sin embargo, dichas predicciones no se cumplen y la población se lleva sorpresas ambientales inesperadas.

El caso del huracán John en los Estados de Guerrero, Michoacán, Colima, Jalisco y Oaxaca nos deja una lección superinmediata de la imprevisión humana ante tales fenómenos naturales, por lo que, es justo y necesario que las autoridades guatemaltecas, es decir, los alcaldes de las zonas costeras en los océanos Atlántico y Pacífico principien a tomar acciones que dentro de la medida de sus posibilidades ayuden a prevenir los posibles daños materiales en los territorios de su jurisdicción y su población humana y su fauna.

Las zonas costeras del país son muy vulnerables a los huracanes y tormentas tropicales que se presentan con regularidad en esas áreas, y la población en tierra de por lo menos diez kilómetros adentro también es afectada por tales fenómenos y como consecuencia se produce desborde de los ríos y sus meandros aumentando su caudal y provocando perjuicios en la agricultura, ganadería, infraestructura vial y en los bienes materiales de la población.

En Guatemala debido al terremoto de mil novecientos setenta y seis fue creado el Comité Nacional de Emergencia CONE que en un principio estuvo dirigido por elementos del ejército y el cual con el correr de los años se transformó legalmente por medio del Decreto Legislativo número ciento nueve guion noventa y  seis en la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres Conred como instancia nacional responsable legalmente de la Coordinación para la Reducción de Riesgos o Desastres la cual tiene responsabilidades a nivel nacional y regional.

Al igual que otras instituciones gubernamentales, en el pasado, dicha institución fue utilizada como un premio político a personas sin experiencia en la materia de previsión, actualización y administración interna por lo que se vio afectada en el desarrollo de sus actividades.

Ahora nuevamente le corresponde liderar las acciones pertinentes a efecto de prever, organizar y girar instrucciones de forma masiva a la población para que, en realidad se puedan reducir los daños o perjuicios que puedan provocar los fenómenos naturales; dentro de esas prevenciones podemos citar algunas como la limpieza de tragantes en las ciudades, la limpieza de cunetas en los caminos y autopistas, determinar las zonas de peligro por derrumbes y la recomendación del dragado de los ríos, limpieza o reforzamiento de los pilares y paredones de los puentes aledaños a las comunidades.

Podría tomarse este escrito como una reacción emocional y exagerada, pero, es necesario que las autoridades gubernamentales y municipales correspondientes se preocupen de la previsión como medida efectiva para evitar los daños referidos anteriormente.  Es necesario que las entidades de socorro actúen en forma previsiva y se deje atrás la costumbre de atender los desastres en toda su magnitud cuando bien se pudieron prever y reducirse algunas de sus consecuencias, esperamos que la indolencia e ignorancia no siga produciendo los daños referidos.

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