Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Si, somos un país pequeño en cuanto a territorio, cultura propia y valores sociales occidentales, es decir los valores impuestos por los invasores hace un poco más de quinientos años; habrá que aceptarlo y no escondernos como el avestruz, aceptar la realidad como herencia de nuestros antepasados.

No podemos quejarnos de nuestra Historia; lo que pasó, pasó y no hay modo de cambiarla, por lo tanto, al analizarla descubrimos que, por herencia, cual si fuera un estorbo para el desarrollo humano, los invasores trajeron no sólo la muerte en combates, las enfermedades y sobre todo, aparecieron los antivalores como la envidia, la gula, el rencor, la avaricia, irrespeto, deshonestidad, egoísmo, intolerancia, odio y arrogancia entre otros.

La imposición de la religión cristiana a un pueblo vencido, esclavo y sumiso no fue la salvación de sus almas ni mucho menos como lo consideran muchas personas que no conocen la verdadera Historia contada por los mismos invasores; los religiosos de esa época fueron al igual que la soldadesca, opresores, abusivos e irrespetuosos en nombre de su Dios.

La administración de los territorios invadidos o conquistados fue encomendada a personajes que, por la lejanía de sus autoridades superiores, es decir, la corona española, hicieron su trabajo en forma deficiente aprovechándose para no rendir cuentas cabales a sus patrones y de esa forma iniciaron o acrecentaron sus fortunas personales teniendo como base su conducta ilegal e inmoral.

Esas fortunas, a través de los años fueron heredadas y acrecentadas por personas que, pensando igual que sus antecesores, han creído y sentido el supuesto derecho a manejar la administración pública y convertirse en negociantes inescrupulosos debido a que las autoridades o sus empleados, no les imponen un alto a sus conductas ilegales e inmorales que redundan en perjuicio para los intereses de la población a quien ellos dicen representar.

Se supone que todas las religiones como los sistemas políticos de pensamiento ideológico o filosófico se deben regir por el sistema de valores positivos; siendo su finalidad evitar la práctica de los antivalores como la deshonestidad, la injusticia, intransigencia e irresponsabilidad; sin embargo, muchos de los actuales líderes religiosos hacen caso omiso de tales reglas morales y se convierten en ladrones no sólo económicos, también de la fe y esperanza de sus feligreses; dando nacimiento a la cleptocracia.

Durante la invasión armada hace quinientos años y su consolidación, la época colonial, independiente, moderna y actual, los antivalores heredados han reinado en esta sociedad guatemalteca que, en su mayoría es una población honrada y trabajadora, cargan el estigma de ser discriminados por los potentados económicos, religiosos y sus servidores cleptócratas.

De nada sirve instituir comisiones contra la corrupción e impunidad porque los mismos funcionarios y empleados públicos corruptos y abusivos, herederos actuales de los antivalores del pasado, son quienes manejan la administración pública secuestrada desde hace más o menos unos cuarenta y cinco años y organizada por el grupo de la élite económica y política constituida en cámaras y asociaciones que velan por seguir saqueando al país.

Esa funesta herencia ha comprado a través del tiempo miles de voluntades económicamente pobres, aunque ostenten títulos universitarios, para convertirlos en simples esclavos, peones, lacayos y empleados de los intereses económicos de sus amos, los verdaderos dueños del país.  Por eso, hay tantos ladrones en Guatemala identificados como funcionarios, empleados públicos al servicio de la oligarquía; constructores, industriales, agroexportadores, políticos, pseudo religiosos, comerciantes y hasta diplomáticos.  ¿y la población? MUY BIEN GRACIAS, viendo telenovelas mexicanas y coreanas, así como fútbol europeo.

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