El tejido social es la configuración de vínculos mutuos e institucionales que reflejan sentido de pertenencia para favorecer la armonía y cohesión de grupos de personas que se unen para satisfacer sus necesidades e intereses elementales o básicas como la alimentación, salud, servicios públicos, transporte, educación, cultura, deporte y en general, es el conjunto de todas aquellas acciones o conductas que se transformen en una mejor calidad de vida.
En otras palabras, el tejido social es sinónimo de solidaridad, de respeto a los derechos, saber que podemos contar con nuestros vecinos en caso de una adversidad. En términos políticos, la funcionalidad del tejido social es buscar y mantener la solidaridad y cohesión de los grupos de individuos, pues éstas son fundamentales para la gobernabilidad y el bienestar mismo de los habitantes.
La Historia de Guatemala nos muestra que el proceso violento de “conquista” a partir del año mil quinientos veinticuatro, el tejido social existente se fue transformando por efectos de la invasión de conquista; a raíz de ello, el mestizaje entre españoles, población originaria guatemalteca, mexicas, tlaxcaltecas y posteriormente la de origen caribeño y africano dieron lugar a la existencia de segmentos económicos, sociales, religiosos y políticos, con lo cual se formó el tejido social de esa época y aún pervive.
Como fue natural, la sumisión total de la sociedad guatemalteca llevó muchos años de “conquista” por medios militares y religiosos durante los cuales se definieron distintos tejidos sociales; conforme el pasar de los años, hasta hoy, éstos han sufrido la fragmentación de sus núcleos y estructuras ancestrales por diferentes razones (principalmente genocidio, explotación laboral y despojo de sus tierras comunitarias ancestrales) destruyendo su identidad, arraigo y relación con la tierra y su comunidad e incentivando la cultura del miedo, a nivel urbano y rural.
La política guatemalteca ha tenido como su común denominador la fragmentación social pues cada cuatro, cinco o seis años que se han realizado “elecciones”; la ciudadanía se divide ideológicamente arrastrando al resto de la población en la creación de odios y rencores que trascienden, aún, por generaciones; lo anterior constituye un “mal democrático necesario”.
Durante los regímenes militares autoritarios la sociedad se tuvo que conformar con seguir las instrucciones de los gobernantes, de lo contrario, se sufrió prisión, exilio, tortura, muerte civil, fusilamientos ilegales, ametrallamientos y otros actos deleznables; lo cual influyó para que hoy el tejido social guatemalteco se encuentre más fragmentado que nunca provocando desigualdad social, violencia, delincuencia, lo cual hasta cierto punto, hace mella en el desarrollo individual y social del país.
Esta época de elecciones nos muestra la insensatez de casi todos los candidatos a puestos de presidente, diputados y alcaldes; ofrecen lo impensable denotando su ignorancia, falta de educación, incapacidad intelectual, vocabulario soez, señas y gestos vulgares que de una u otra forma ofenden a la población; no son capaces de trascender por temas de interés social, ven la vida en términos económicos y no en términos humanistas al mercantilizar la compra del voto.
Para reconstruir el tejido social guatemalteco, se necesita que los candidatos den ejemplo positivo para mejorar la identidad y confianza que favorezcan la cohesión social y de esa forma reconstruir el marasmo en que actualmente nos encontramos.