Estuardo Porras Zadik

Empresario y columnista guatemalteco que sueña y lucha por un mejor país para todos.

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“Deploramos la orden de la Corte de Constitucionalidad de desalojar por la fuerza a los manifestantes pacíficos de los lugares de manifestación en Guatemala. Los actores antidemocráticos del Ministerio Público y otros que buscan impedir que Bernardo Arévalo asuma el cargo fracasarán”. Brian A. Nichols, subsecretario de Estado para el hemisferio occidental.

Sería un grave error pensar que, con el cese de los bloqueos de carreteras en todo el territorio nacional, nuestra raquítica democracia continúa su buen camino hacia la alternancia de poderes el 14 de enero a las 14 horas. Las mafias detrás de la crisis política continuarán con el irracional intento de impedir una transición democrática pacífica; tampoco darán tregua al socavamiento institucional y los intentos de culminar un “golpe de Estado” poselectoral que perpetúe el sistema de cooptación del Estado, confeccionado a su medida. Sin embargo, las inevitables traiciones les ponen en jaque en un tablero de ajedrez que han jugado como si fuesen damas chinas. A la mayoría del pueblo guatemalteco le tienen en contra suya. El impopular, pero eficiente bloqueo de carreteras sirvió de catalizador del diálogo y no de la opresión como lo esperaban los actores antidemocráticos. Estos pensaron que, con el hartazgo y la desesperación de la población ante los insostenibles bloqueos, una relevante mayoría se volcaría en su favor acuerpando el desalojo violento de quienes piden la renuncia de la fiscal general Consuelo Porras y sus cómplices. 

No obstante, las autoridades ancestrales supieron mover mejor sus piezas y se comportaron a la altura de la situación: propiciaron el diálogo y alcanzaron acuerdos que hicieron imposible para los operadores del orden público actuar con la violencia que la propia Corte de Constitucionalidad avaló en contra de los manifestantes, a petición de los operadores del golpe. Ante la renuncia de Napoleón Barrientos como ministro de Gobernación –por no prestarse al desalojo violento de los manifestantes–, se esperaba que su sucesor Byron René Bor Illescas arrasara con ellos; no pasó. Al parecer, son muy pocos los funcionaros públicos que están dispuestos a cumplir con órdenes ilegales, dejando así poco margen de maniobra a los “jefes”. Su camino antidemocrático es cada vez más solitario. Conforme se suman los desertores de aliados clave, los intentos de continuar con el plan serán cada vez más irracionales y cuesta arriba. 

El inesperado comunicado firmado por diecinueve organizaciones del sector privado organizado devela un parteaguas en las alianzas informales entre estos con el gobierno del presidente Alejandro Giammattei. El empresariado organizado ha sido pieza clave en el apoyo a la fiscal Porras, al no sumarse al clamor popular que exige su renuncia. Existen varias hipótesis que explican su timorato actuar, sin embargo, lo que hoy es relevante es que, aunque de manera un tanto tímida, el sector privado empieza a marcar distancia de aquellos que atentan en contra de la democracia. Quienes aún se rehúsan a desmarcarse y continúan serviles son los magistrados de las Cortes –que han sido protagónicas en el claroscuro que ha generado y mantenido la crisis política–.  A todas luces, aquellos llamados a defender la Constitución se han dado a la tarea de interpretar la Ley a conveniencia de sus patrocinadores, pero la factura a pagar por su lealtad les desborda, y al igual que algunas piezas clave que ya eligieron el lado correcto de la historia, el único camino viable que les queda es el de la traición. La presión que se avecina es intolerable y el futuro de quienes continúen socavando las instituciones y atentando en contra de la democracia es totalmente predecible, si no, pregúntenselo a otros operadores antidemocráticos de la región –como es el caso del expresidente Juan Orlando Hernández de Honduras, quien guarda prisión en una cárcel de Estados Unidos–. 

La llegada del subsecretario de Estado para el hemisferio occidental, Brian Nichols, trae consigo la consigna del ahora incómodo vecino al norte: “Los actores antidemocráticos del Ministerio Público y otros que buscan impedir que Bernardo Arévalo asuma el cargo fracasarán”. Esta no es una visita diplomática de observación y apoyo al pueblo guatemalteco, sino “la visita” que traza la ruta de salida de la crisis. Después del reciente encuentro entre los líderes de los pueblos originarios y algunos representantes del sector empresarial en la sede de la Embajada americana en el país, el subsecretario sostendrá un diálogo con distintos sectores. La acostumbrada somatada de mesa cambió de forma, pero el fondo sigue siendo el mismo. El punto de no retorno aún no ha sido rebasado por muchos con mucho qué perder. La llegada de Nichols no es más que un recordatorio de cuánto se pierde si lo cruzan. Las traiciones y los sacrificios serán parte de la estrategia. Aunque “entre gitanos no nos echamos las cartas”, para salir de la crisis se tendrá que sacrificar a más de alguno que no midió las consecuencias y rebasó con creces el umbral del que retornar es imposible. “El que tenga oídos, que oiga”.

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