“Este es un momento crítico para Guatemala, y creo que es un testimonio más que nada para al pueblo guatemalteco”. – Eric Jacobstein – Subsecretario adjunto para Centroamérica de Estados Unidos.
Falta mucho para el catorce de enero, día en que, a las catorce horas, el binomio presidencial del Movimiento Semilla, Bernardo Arévalo y Karin Herrera, tomará posesión de los cargos para los que fue electo democráticamente por el pueblo guatemalteco. La aparente calma que vivimos en este momento –después de la visita de altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos y el Secretario General de la organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro–, no es más que el reacomodo del “pacto de la impunidad” para que la ofensiva en contra de la democracia continúe.
Cada día este pacto pierde aliados: aquellos para quienes cruzar el punto de no retorno es imposible. Aunque su historia e influencia ideológica les pone en contraposición a la propuesta progresista de Semilla, tienen mucho que perder y desertarán antes de ponerse en peligro. Estos saben que si se deja morir la democracia, perderemos todos. Quienes más tienen que perder no continuarán apostándole a una corruptela golpista que los pondría en riesgo. Sin embargo, hay que entender que este cambio de postura no es ni será inmediato, hay una historia que les compromete y ata de manos por lo que se cuidarán las formas, aunque el fondo ya esté decidido. Se habla mucho de lo comprometidos que están quienes han llegado a gobernar, poco se dice del compromiso que adquieren quienes les comprometieron, cuando el ejercicio del poder finaliza. Esta histórica relación simbiótica protege a los gobiernos salientes, pues entre “gitanos no se leen las cartas”. ¿Pero qué hay de sus patrocinadores cuando el gobierno entrante no se presta a esta dinámica ni es de la misma estirpe?
En más de treinta años de democracia en Guatemala, el corrupto gobierno de turno es reemplazado cada cuatro años, mientras que el corruptor es la constante. Es por ello por lo que la clase política guatemalteca no es más que el reciclaje de operadores al servicio de los intereses puntuales del mejor postor, aunque en apariencia se adhieran o pregonen de manera retórica una supuesta “ideología” que están dispuestos a cambiar según les convenga. Qué mejor ejemplo que el de Sandra Torres, quien, con un cambio radical se convirtió en la “cualquier cosa” del conservadurismo guatemalteco, el cual, después de haberla considerado su acérrima enemiga, estaba dispuesto a llevarle al poder. Y ahora que la mayoría de guatemaltecos tienen claro que hay que apostarle a salvar nuestra democracia, algunos que han sido parte protagónica de la historia “democrática” que nos trajo hasta donde hoy nos encontramos, les costará fijar postura, al menos de manera obvia y pública. ¿Cuánto hay que no les permite a algunos individuos o sectores apostarle a Bernardo Arévalo y a su equipo? ¿Cuántos están siendo extorsionados para mantener una postura en contra del cambio? ¿Cuántos creen que, con la llegada de Semilla al poder, se desatará una persecución vengativa en su contra? ¿Cuántos quisieran tener la libertad de defender el proceso democrático sin miedo a represalias?, me gustaría pensar que la mayoría. De igual manera, estoy convencido que pronto los que están atados de manos por la razón que sea darán ese paso al frente de manera contundente y se desmarcarán de aquellos que se aferran a la continuidad del sistema corrupto de cooptación del Estado que caducó hace ya mucho tiempo.
Es indiscutible que los detractores injuriaron al Movimiento Semilla con el fin de desprestigiarlo, pero no contaron con una ciudadanía despierta, informada y harta de tanta corrupción. Las reglas del juego cambiaron y Semilla supo capitalizar no solo las nuevas tecnologías sino el hartazgo de la mayoría de guatemaltecos que por primera vez encontraron una opción diferente. De Bernardo Arévalo y Karin Herrera mucho seguirán inventando. Lastimosamente, estamos seguros de que seguirán haciéndolo para evitar que tomen posesión el catorce a las catorce.
El repudio de la minoría corrupta y su actuar en contra de Semilla y su binomio presidencial, es la razón por la que cada día que pasa más personas y más sectores se suman en defensa de la democracia apoyando al movimiento. Las voces detrás de este aberrante atentado en contra del proceso democrático carecen de solvencia; han quedado expuestos a nivel nacional e internacional como “golpistas” y sicarios de la agonizante democracia. Estos ya tienen nombre y apellido y pasarán a la historia como tales. Quienes aún no se definen y se niegan a adoptar una postura clara y contundente, aún están a tiempo de hacerlo. Ya no hay espacio para medias tintas o posturas tibias en las que se cuidan las formas y se pone en riesgo el fondo. Si Bernardo Arévalo y Karin Herrera no llegaran a asumir los cargos para los que fueron electos el catorce a las catorce, habremos entregado el país a las mafias y al hacerlo perderemos todos. El único camino viable es sumarnos desde todos los sectores y que juntos apoyemos su gestión; minarla sería atentar en contra de Guatemala y desperdiciar la oportunidad inédita de un verdadero cambio. Bernardo y Karin no lo pueden hacer solos y requieren del apoyo de todos. Su mensaje ha sido claro y determinante. Desde la primera conferencia de prensa como presidente y vicepresidenta electos nos dejaron saber que, “su tarea es trabajar para el conjunto de los y las guatemaltecas” y no solo por quienes por ellos votaron.
La mayoría del pueblo guatemalteco defenderá la democracia de manera contundente, apoyando a quienes de manera democrática fueron electos. Para quienes pretenden continuar con el atentado en contra de la democracia, no hay que olvidar que más de dos millones de guatemaltecos llegarán hasta las últimas consecuencias para defender su voto.