¿En qué mente cabe pensar que quienes atentaron en contra de la democracia podrán salirse con la suya?
La insólita foto policial del expresidente Donald Trump, tras entregarse a la justicia en una prisión del condado de Fulton en Atlanta, Georgia, deja una imagen para los libros de historia. Trump enfrenta trece cargos en este proceso legal, entre ellos el de liderar una asociación de tipo mafioso para intentar revertir los resultados electorales de ese estado en el año 2020. El expresidente no es el único involucrado, ya que la fiscal distrital del condado de Fulton, Fani Willis, anunció días antes los cargos que implican también a dieciocho personas en una extensa conspiración para subvertir las elecciones. Quien en su oportunidad fue el hombre más poderoso del mundo y quien aún tiene altas posibilidades de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos, hoy se ve forzado a enfrentar a la justicia. Bien reza aquel conocido refrán: “A cada coche le llega su sábado”. Este debiese de ser un poderoso mensaje para quienes han coqueteado con el lado oscuro de la ilegalidad, pues ni siquiera el popular expresidente de la nación más poderosa del mundo se escapa de la rendición de cuentas. Claro está que no podemos comparar el Sistema de Justicia de Estados Unidos con la entelerida institucionalidad de los países en estas latitudes. Sin embargo, en el caso de Guatemala, nuestra posición geográfica aunada a la relación simbiótica que existe entre ambas naciones no nos permite escondernos detrás de una supuesta “soberanía”, a la que con frecuencia apelan quienes riñen con la Ley. En otras palabras y de más fácil digestión, los gobiernos de Jimmy Morales y de Alejandro Giammattei tendrán su día ante la justicia.
Los guatemaltecos entienden que un cambio ha llegado. No todos lo ven de la misma manera; mientras hay quienes ponen en él toda su esperanza, otros lo ven con una dosis de escepticismo; algunos con miedo y una minoría como una imposibilidad por la que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias. La mayoría dentro de los diferentes sectores de la sociedad guatemalteca ha salido en defensa de la democracia y ha optado por ponerse del lado correcto de la historia, independientemente de la opinión que tengan del Movimiento Semilla y Bernardo Arévalo.
Hemos sido testigos de cómo figuras abiertamente opuestas a las ideologías progresistas y con tintes de izquierda, han aceptado no solo los resultados de las elecciones sino también criticado a quienes no los reconocen y siembran zozobra. La mayoría de los guatemaltecos tienen claro que si perdemos la democracia, perdemos todo. Las mafias, en su desmesurado afán de perpetuarse en el poder en total impunidad, han creado el común denominador que nos permita alcanzar los necesarios consensos para salir de la situación actual. Los sectores que apoyan la democracia aceptan el cambio y dejan expuestos a los perpetuadores del sistema de cooptación del Estado: protagonistas, patrocinadores y beneficiarios. De la rendición de cuentas será imposible escaparse y cada día que pasa el pacto de corruptos, ahora mejor conocido como pacto de impunidad, pierde adeptos y cómplices. Los que están dispuestos a llegar hasta el punto de no retorno son parte de un pequeño grupo dentro de una minoría, lo que hace inevitable las traiciones entre ellos. Sobrepasar el punto en el que retornar sea imposible, los llevará al extremo en el que la única manera de salvarse es huyendo o entregando las cabezas de sus iguales.
La Corte de Constitucionalidad denegó el amparo provisional solicitado por la fiscal general Consuelo Porras –presentado para que se garantizara la independencia del Ministerio Público y en el que pedía el uso de la fuerza pública ante las manifestaciones en contra suya; además, señalaba a personas y periodistas que según ella la atacaban en redes sociales–. Esta denegatoria constituye un claro ejemplo de lo que se avizora para quienes se sumaron y atentaron en contra de la democracia.
Mi vaticinio es que muy pronto veremos a varios desertar y refugiarse bajo las naguas de las dictaduras como la de Daniel Ortega, conocidas por exiliar corruptos que huyen de la justicia de sus países. La mediocridad con la que han intentado perpetuar un agonizante sistema les deja hoy con pocas opciones de evadir su día ante la justicia y rendir cuentas por su actuar. Dada la relación que existe entre Guatemala y Estados Unidos, la rendición de cuentas contará con el involucramiento de esa poderosa nación, la misma que tiene en el banquillo de los acusados al expresidente Donald Trump.
¿En qué mente cabe pensar que Jimmy, Alejandro y compañía podrán salirse con la suya?