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La semana pasada cerraron, otra vez de madrugada, el mugroso pacto entre los diputados y el Ejecutivo para aprobar el presupuesto de más de 163,000 millones de quetzales; otra vez, el presupuesto más alto y desfinanciado de la historia.  Y digo otra vez porque cada año todos los gobiernos, sin rubor alguno, incrementan significativamente el presupuesto anterior.

No cabe duda de que el presidente y su equipo han aprendido a “lubricar la corrupción” utilizando el presupuesto como herramienta.  Los días en que protestaban cuando se hacían estas negociaciones quedaron como evidencia de que las protestas no eran por la forma, sino porque ellos no estaban incluidos en la danza de millones que hacían sus antecesores.

Vergüenza debería darle al presidente Arévalo felicitar a los diputados por aprobar de madrugada un mamarracho de presupuesto que ni siquiera convenció al tanque de pensamiento al que perteneció su ministro de Finanzas.  Sin embargo, el mandatario deja muy clara su incongruencia con la “dignidad” que tanto pregona.

Además de la paupérrima ejecución que ha caracterizado a este gobierno, asignaron aproximadamente 19,000 millones de quetzales (entre aportes ordinarios, cambios de último momento y arrastre de proyectos) a los Codedes en el año antes de las elecciones generales.  Queda muy claro el fin electorero de semejante asignación de fondos que no tendrán prácticamente ningún control.  Por mucho que Arévalo pretenda presumir de un discurso “anticorrupción”, los hechos han dejado claro que miembros de su gabinete o diputados de su partido han sido partícipes en actos o situaciones en los que presuntamente ha habido corrupción, tráfico de influencias o ambos.

Este presupuesto refleja las siguientes estadísticas: 70% para gastos de funcionamiento, 17% para inversión y 13% para deuda.  Este presupuesto tiene un diseño tan malo, que más de dos terceras partes del mismo se utilizarán para gastos como sueldos y salarios, bonificaciones y otros y menos de una quinta parte del mismo que se destinará para inversión.  Es más, para las carteras de Salud y Educación, este presupuesto destina 10 veces más dinero para gasto de funcionamiento que para inversión, es decir, construcción y equipamiento de hospitales y escuelas.  Para el ministerio de Comunicaciones, es decir, para la cartera dedicada a la construcción de carreteras y mantenimiento de la red vial, este presupuesto destina los mismos recursos para gasto de funcionamiento que para inversión.  

Entre tanto documento estético y tanta fanfarria (al igual que hacía Giammattei), este presupuesto no aclara cuántos fondos se destinarán específicamente para combatir la desnutrición crónica infantil, el peor mal de nuestro país.

Farsas del gobernante, de su gabinete, y verborrea aparte, queda claro que invertir en Guatemala NO es una prioridad para este gobierno y la estructura de este presupuesto LO DEMUESTRA.

 

Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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