Todos los años, los días previos al 15 de septiembre, día en que se celebran las fiestas de Independencia de Guatemala, el tráfico en la capital y en prácticamente todas las carreteras del país, se vuelve aún peor de lo que ya es cotidianamente, por la tradición de llevar antorchas a todos los rincones del país.
Desde este espacio he señalado la congestión vial en todas las carreteras del país como uno de los principales retos de los gobiernos, los anteriores y este del presidente Arévalo. La congestión vial se ha vuelto parte de la cotidianidad del guatemalteco. Pasar horas en el tráfico, ya sea para ir al trabajo, movilizarse entre municipios o departamentos en trasporte propio o público y transportar mercaderías, se ha convertido en parte del paisaje. Con cada gobierno, esta situación empeora, debido a la falta de planificación vial, no digamos el insuficiente mantenimiento de la red vial o la paupérrima calidad de la obra pública.
Los recorridos con antorchas, a pesar de ser una bonita tradición de antaño, en estos tiempos modernos no tiene cabida, no solo por darse en una red vial colapsada, sino que actualmente ha perdido mucho de su sentido por actos vandálicos que han cometido algunas de las personas que participan en dichos recorridos o pilotos irresponsables e impacientes que simplemente atropellan a los demás. Se ha llegado a lamentar la pérdida de vidas humanas, debido a gamberros que participaron, colados o no, en recorridos de antorchas. Las calles en estos días se han convertido en campos de batalla, donde se tiran bolsas y botellas de agua, hielo y objetos contundentes que pueden ocasionar fatalidades. Ni que decir de lo inmundas que quedan las calles y carreteras llenas de basura.
Ciertamente este gobierno y quien lo preside no van a hacer nada para cambiar las cosas. En su soso discurso matutino de ayer, como acostumbra, con su lenguaje ambiguo, el mandatario expresó lo siguiente: “Lo que va a requerir es un conjunto de acciones que estén orientadas a lograr que haya una toma de consciencia por parte del conjunto de la población, para poder ir transformando esos comportamientos, de manera que dejen de ser comportamientos que se aprovechen de la fiesta y la conmemoración para cometer cualquier acto vandálico”. Como es su costumbre, alguien de su gobierno “coordinará” una reunión institucional para “analizar” medidas.
En este caso, sus ministros de gobernación y de ambiente han brillado por su ausencia ante comportamientos que claramente se encuentran dentro de sus competencias, como lo es el orden público, en el caso de la cartera de gobernación, y el basurero que queda en prácticamente todo el país, en el caos de la cartera de ambiente. Para esto sí se lavan las manos ambos ministros, ni qué decir del presidente, indicando que no es un tema “exclusivo” del Gobierno, sino de toda la sociedad. Aunque se supone que él y su gobierno deberían garantizar el orden público.
Si no se toman medidas drásticas para controlar estas celebraciones, lamentaremos más vidas humanas, tendremos más tragedias, más accidentes y peores comportamientos en una fecha que debería ser de celebración nacional.