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Juran humildad y austeridad. Prometen que no abusarán de los recursos del Estado. Aseguran que no serán prepotentes y que llegan al poder como depositarios de la confianza de quienes los eligieron. Todos esos juramentos y ofrecimientos que hacen durante la campaña se quedan solo en eso: en palabras que se las lleva el viento.

Cuando uno ve a funcionarios públicos abusar de sus puestos en cosas tan simples como estacionarse mal, irrespetar todas las reglas de tránsito, como pasarse altos, semáforos en rojo, transitar por carriles exclusivos para el Transmetro (en la capital), estacionarse en doble o triple fila, poner a sus guardaespaldas y policías (pagados con NUESTROS impuestos) a detener vehículos o quitar personas de un lugar únicamente para que el funcionario, o un familiar, pueda pasar cómodamente mientras el resto hace fila, se da uno cuenta de que son personas que llegaron al poder únicamente para aprovecharse de él.

Y con cada gobierno, se exacerba esa prepotencia y arrogancia de quienes se sienten por encima de la ley. Esto vale para el gobierno de la “primavera”, el del “doctor”, el del “payaso”, el del “general”, el del “verde esperanza” y así, todos los anteriores. Con cada gobierno empeora la cosa, en vez de mejorar.

Estos funcionarios que prometieron frugalidad durante sus campañas, se movilizan en helicópteros para evitar los congestionamientos viales que su misma ineptitud e incompetencia han provocado, al no poder dar mantenimiento adecuado a las autopistas, carreteras y caminos, o porque simple y llanamente no los terminaron porque ahora la sobra debe superar a la obra.

Y vemos a exfuncionarios acusados de corrupción, que salen libres y encima les devuelven sus bienes mal habidos porque tenemos un ente encargado de persecución penal que se ha entregado de lleno a la venganza y a garantizar impunidad para quienes fueron acusados de saquear al Estado y que hoy en día viven libres y gozando de las fortunas que amasaron indebidamente mientras ejercían el poder.

Ese círculo vicioso de ostentación y de sentirse por encima del ciudadano común en el que caen los funcionarios electos les nubla por completo el juicio y la razón, aunque vale decir que, si se dejaron atrapar por esta trampa del poder, muy difícilmente tuvieron el valor de la humildad o de la frugalidad. No ostentaban porque no tenían los medios para hacerlo. Además de la prepotencia, es todo lo que representa el abusar del poder y el sentirse intocable.

Recuerdo que incluso en lo más crudo del conflicto armado, era impensable ver a funcionarios públicos con el desfile de guardaespaldas que los vemos hoy en día, y si viajaban al interior, generalmente lo hacían en automóvil. Eso ya no existe, ni en este gobierno ni en los que le precedieron.

Y quienes deberían poner el ejemplo: el presidente y la vicepresidenta, los diputados, alcaldes y magistrados, ¡bien gracias!

Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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