Emilio Matta

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Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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El déspota Nicolás Maduro se reeligió.  No lo reeligieron los votantes, por supuesto, él mismo se reeligió, por el control que ha mantenido sobre el CNE (Consejo Nacional Electoral) de Venezuela, que le concedió la victoria electoral en las elecciones del pasado domingo, teniendo apenas 700 mil votos de diferencia con su contrincante, Edmundo González Urrutia, a falta de contar aproximadamente dos millones de votos.  De esta forma se consumó el enésimo fraude del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela.

En una entrevista que La Hora hizo al periodista venezolano César Emilio Torres, él explicó detalladamente la forma en que el sistema electoral de su país funciona, y el por qué se tienen dudas razonables sobre el resultado declarado, mas no oficial, por el CNE al día siguiente de las elecciones.  Es más, de acuerdo con información no oficial de los representantes del PUD (Plataforma Unitaria Democrática), el candidato González Urrutia debería tener 7 millones de votos y el presidente Maduro tan sólo 3 millones, eso sin contar con que el dictador Maduro, a través del servil CNE no permitió que votaran los venezolanos radicados en el extranjero.  Sobran motivos para que el sátrapa venezolano tuviera tan pocos votos.

La catástrofe económica hiperinflacionaria que sufrió Venezuela en este siglo difícilmente tiene comparación en la historia reciente.  Quizás la más cercana es la hiperinflación que hubo en Zimbabue en 2008.  Y no faltarán ignorantes que digan que la crisis venezolana se debe al “embargo” estadounidense, lo cual es falso. Incluso CITGO, grupo de refinerías de petróleo y comercializadoras de gasolina, lubricantes y petroquímicos, filial de PDVSA (Petróleos de Venezuela, S.A.), no fue expropiada por el gobierno estadounidense de su casa matriz. Ha sufrido reiterados embargos de sus acreedores, eso sí, por estar hipotecada en un 100% desde diciembre de 2016. Por cierto, la decisión de hipotecar las acciones de CITGO fue tomada unilateralmente por Nicolás Maduro, sin la aprobación de la IV Legislatura de la Asamblea Nacional de Venezuela, que en ese entonces era presidida por Juan Guaidó.

La diáspora venezolana, dependiendo de la fuente, se calcula entre los 7 y 9 millones de personas. Una tragedia propiciada por un grupo de criminales dedicados al saqueo continuo, no sólo del erario, sino también de la otrora próspera Petróleos de Venezuela, S.A., quienes también expropiaron miles de empresas y millones de hectáreas, destruyeron el empleo formal y llevaron a la pobreza a más de 80% de la población, aniquilando el poder adquisitivo de su moneda provocando hiperinflación, el peor de todos los impuestos, principalmente para los más pobres, a quienes el cínico tirano dice defender.

Por cierto, que, ante la ola de críticas de países latinoamericanos, los Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros, por la poca transparencia mostrada por el CNE y el obvio fraude electoral, el obtuso dictador grita intromisión extranjera a los cuatro vientos, al igual que hacía el remedo de sátrapa que tuvimos de 2020 a 2024 como presidente.

Mi solidaridad con los venezolanos.

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