Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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El 7 de mayo pasado, el candidato presidencial Edmond Mulet publicó en su cuenta de twitter un mensaje que literalmente decía: Narco Estado! En estas últimas semanas durante mis giras por el país me han alertado y manifestado una grave preocupación: “Es muy común que los candidatos a alcaldes y diputados estén puestos ahí por grupos de narcotráfico que operan en la localidad y, lo peor…también están apoyando a algunos candidatos presidenciales…” Estamos ante una terrible realidad. #Guatemala está a las puertas de convertirse en un Narco Estado. Este es el momento de decidir lo que queremos para nuestros hijos.

De acuerdo con el mensaje del presidenciable de Cabal, parecería que él ha sido ajeno de esta situación que viene dándose desde hace décadas en el país. El involucramiento del narco en la política y en el manejo del Estado, no inició en este proceso electoral. Desde hace varios lustros ha habido un sinnúmero de alcaldes y diputados con vínculos con estructuras delictivas ligadas al narcotráfico. El ejército tampoco ha sido la excepción, siendo éste un factor determinante para que el narco haya tomado control de distintos territorios en el país. Los exdiputados y excandidatos presidenciales Baldizón de Lider y Estrada de la UCN son apenas la punta del iceberg. Hay alcaldes en el interior del país que “heredaron” de sus padres, tanto su cacicazgo y como sus relaciones con el narco, que les ha financiado sus campañas políticas (al padre y al hijo). Guatemala, no está a las puertas de convertirse en un Narco Estado. Ya lo es.

Los gobiernos que hemos tenido en las últimas décadas, desde sus más altas esferas en los distintos poderes del Estado, han hecho acuerdos con diputados y alcaldes que han tenido vínculos, estrechos o no, con el narco. Eso es una realidad incuestionable. Que ahora un candidato lo venga a advertir como algo nuevo o que se ha dado únicamente en esta campaña, con todo respeto, es una bisoñez. Incluso el mentecato comediante que ahora es candidato a diputado participó en un almuerzo, siendo presidente del país, con agentes encubiertos de la DEA que se hacían pasar por miembros de un cartel de narcotráfico. ¿Y esta reunión habrá sido desconocida para el aparato de inteligencia de la SAAS?

El narco lleva años incrustándose en los gobiernos municipales del interior del país y, como buen cáncer que es, año con año avanza su metástasis. Prueba de ello fue el video que circuló en el cual un grupo de hombres, más de una docena, armados con fusiles de asalto, custodiaban a alguien en un desfile hípico en una festividad de un municipio del departamento de Guatemala. Que un ejército privado se enseñoree por las calles portando armas de grueso calibre, cuya portación por civiles es prohibida, debería despertar las alarmas, cuando menos.

Las acciones de quienes pueden influir en la política nacional, sin embargo, no deberían estar encaminadas a apoyar a candidatos del mismo sistema, que han sido parte de este gobierno o que han tenido vínculos con el mismo, con los anteriores o, peor aún, con genética y una clara ambición dictatorial. Eso sería un monumental error.

El camino a seguir pasa necesariamente por recuperar, una a una, las instituciones que los gobiernos, tanto de Alejandro Giammattei como los de sus predecesores, socavaron hasta destruirlas con tanto ahínco y esmero. Pasa por erradicar la corrupción, con la que tanto se han beneficiado ministros, diputados, alcaldes y hasta presidentes. Y lo anterior no es prioridad para ni uno solo de los 23 candidatos.

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