Emilio Matta Saravia
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Hasta la semana anterior han vencido casi 4 millones de dosis de la vacuna Sputnik V cuyo valor supera los 350 millones de quetzales. El gobierno del presidente Alejandro Giammattei ha tirado a la basura, literalmente, esta inmensa cantidad de dinero. Pero no todo termina aquí. Durante esta semana, se vencerán 1 millón 619 mil 190 dosis de Moderna (donadas por el gobierno de Estados Unidos) y el 30 de abril otras 669 mil 830 dosis de AstraZeneca. En total, más de 6 millones 200 mil dosis habrán vencido al finalizar el mes de abril. Ante semejante despropósito, el gobernante, fiel a su costumbre, ha salido a culpar a la población guatemalteca. Faltan brazos, es su lamentable estribillo.
Si uno analiza cómo fue diseñado y ejecutado el Plan Nacional de Vacunación, tan estético por fuera como deficiente en sus aspectos torales, podrá entender el porqué de su estrepitoso fracaso. Al día de hoy, según Our World in Data, Guatemala es el único país de América Latina que no ha logrado vacunar por lo menos al 50% de su población, ha vacunado a tan sólo un 43%. Para lo único que funcionó el malogrado plan, fue para que el presidente hiciera el show por todo el país colocando vacunas enfundado en una bata blanca.
En un inicio, el presidente descartó la compra de vacunas de forma directa a casas farmacéuticas reconocidas del hemisferio occidental, porque no consideraba, con su “vasto y enciclopédico” conocimiento científico, que las vacunas fueran efectivas. Por tan obtusa posición, comprometió el abastecimiento de un bien que sería escaso, muy escaso, en el mundo con el pasar del tiempo. Reculó su postura, pero ya se habían perdido valiosísimos días para colocar órdenes. Cualquier profesional medianamente competente en logística entiende con claridad que la pérdida de unas horas, no digamos días, de un bien, puede retrasar meses la entrega del bien comprado. Era obvio que ni el presidente ni sus asesores lo consideraron. Luego, cuando el Congreso por fin aprobó la ley para compra de vacunas, el presidente tardó una semana en sancionarla, so pretexto de estar “de arriba para abajo recorriendo el país”, confirmando su absoluto desconocimiento en temas logísticos.
Cuando al final sancionó la ley de compra de vacunas, su gobierno negoció de forma espuria y oculta un contrato de compra de vacunas rusas Sputnik V a un intermediario. Los detalles del mismo aún no han sido revelados, poniendo de pretexto el cumplimento de un supuesto convenio de confidencialidad, pero la confianza de la población ante la vacuna rusa ya estaba totalmente minada. Valga decir que la vacuna Sputnik V aún no es reconocida por la OMS, por lo que no sirve para una persona que viaja a otro país que exige a los viajeros estar vacunados contra el Covid.
Bajo estas condiciones inició el proceso de vacunación en el país, tras la presentación, con gran pompa, cómo no, por parte del gobierno, del cacareado plan. Se tuvo una estrategia de comunicación inadecuada, al igual que la de distribución, no digamos de transporte y almacenaje, sin garantizar la cadena de frío para las áreas rurales, con lo que la población rural no se ha sentido segura de vacunarse con el fármaco ruso. El no proveer información veraz y oportuna a las áreas rurales en sus idiomas maternos ha incidido en que la población rural no se vacune. Negar este extremo es desconocer la ruralidad guatemalteca.
No deja de resultar irónico que un médico (únicamente por su formación universitaria, ya que ha demostrado con creces desconocer lo que significa ejercer dicha profesión), sea quien ha tirado a la basura cientos de millones de quetzales en vacunas, por su innata contumacia.