Los artistas de la antigua Mesopotamia representan a reyes guerreros al frente de ejércitos triunfantes en frisos de edificios. Estos retornaban de las batallas y eran recibidos, junto a sus soldados , por el Jefe al mando del estado y el pueblo, con vítores y alabanzas. Se cree que así inicio la costumbre de los desfiles militares.
Como celebración de un Estado tienen su inicio en la antigüedad clásica en Grecia y en los imperios de Asia, como el persa y chino. El primer desfile militar en China continental se remonta a más de 4.000 años atrás.
El Imperio romano acostumbraba el desfile de las legiones, tras campañas victoriosas y actos conmemorativos.
Este rito estatal, vinculado a los valores patrios, se convirtió en una costumbre que se mantuvo en la era cristiana y se transformó en un símbolo en los Estados tomando la oportunidad de la fiesta nacional.
Fuera del mundo occidental como en China e India también se hacen grandes desfiles militares. Aunque me parece que ya es una tradición adoptada por todos los países. Por supuesto en cada uno de estos desfiles militares alrededor del mundo la presencia del presidente es indelegable como jefe de Estado
A medida que los países se fusionaron en estados-nación, los desfiles militares se utilizaban para proyectar el poder de una nación. Gran parte de la rigurosa coreografía militar —los saludos nítidos, la distancia precisa entre los soldados, quienes marchan a paso de ganso— se remonta al siglo XVII y a los oficiales del ejército de Prusia.
Las democracias también celebran desfiles militares. El desfile del Día de la Bastilla en Francia es uno de los más antiguos del mundo.
Y así llegaron a América en donde todos los países celebran su día de independencia con un desfile encabezado por las fuerzas armadas seguido de grupos de servicio y escolares.
En Guatemala se cree que a la firma de independencia jinetes cabalgaban por el territorio nacional dando la noticia. Ya en tiempos modernos hacia 1960 se iniciaron las carreras de antorchas recorriendo la ciudad hasta llegar a fábricas, escuelas y otros centros.
Esta es una hermosa forma de celebrar en familia, entre amigos y vecinos.
Hace unos años personas al paso decidieron lanzar bolsas de agua a los participantes de esta actividad, para ayudarles a refrescarse. Lamentablemente esto degeneró en rociar a los Antorchistas con mangueras de agua así como lanzarles cubetazos y palangazos de agua, lo que no fue muy correcto.
Sin embargo este año la actividad se convirtió en una situación totalmente irrespetuosa, ya que las bolsas con agua y en algunos casos incluso con hielo, fueron lanzadas como proyectiles. Lo que ocasionó que más de una persona debiera ser asistida en un centro de salud.
Y si bien el daño a la persona es uno de mayor, también se produjo un daño a la ciudad cuyas calles en donde pasaron los Antorchistas quedaron cubiertas de bolsas plásticas, que debieron ser recogidas por los empleados municipales, pero como bien dicen seguramente más de alguna tomó rumbo a los drenajes y ya sabemos las consecuencias.
A raíz de esta lamentable situación muchas voces se han alzado en protesta. Consideramos que es una actividad que no puede prohibirse, pero si normarse, debido a los últimos acontecimientos.
Lo que por supuesto puede hacerse desde el Congreso, siendo más importante a todas luces que defender a los maestros del STEG, depredadores del patrimonio nacional.
Igualmente por ser una actividad que se realiza en las calles y avenidas de la ciudad consideramos que es tarea de la municipalidad capitalina elaborar un reglamento, y normar las rutas, ordenar el trayecto, y mantener vigilancia evitando que por ejemplo los Antorchistas esquiven el tráfico ingresando al parqueo de gasolineras con una antorcha encendida, para pasar más pronto.
Pero igualmente controlar y sancionar acciones como las vividas este año. Pues definitivamente los bolsazos, palanganazos y manguerazos equivaldría a lanzar tomates y huevos a los soldados a su retorno de la guerra, a sus comunidades. Lo que por supuesto en ningún caso podría verse como una buena bienvenida. Sino como una irreverencia.