_Levantante y abrigate, traete el foco porque nos está esperando don Pedro. Dice que su mujer ya va a dar a luz._ Le dijo su madre Mélida Olimpia Trejo a su hijo Ricardo. Quien obedeciendo salió detrás de ella que llevaba una bolsa de brin con lo que consideraba necesario.
_Apurá el paso _ le dijo su mamá, la Manuela sabe cuando es el momento este ya es su cuarto hijo.
Así en fila india, uno detrás del otro atravesaron por unos matorrales para acortar el camino, luego pasaron por un riachuelo, menos mal era verano, sino hubieran tenido que bordear, luego atravesaron un potrero y después de subir un cerro, llegaron a la casa de don Pedro.
Doña Mélida entró apurada mientras Ricardo se quedó en la puerta de la casa aprovechando una piedra para sentarse y echarse un cabezazo, sentía que acababa de dormirse cuando fue despertado y puesto en ruta.
El llanto de un bebé y el grito de alegría de don Pedro, le despertaron. Era momento de retornar, aún era de noche así que sabía que debería usar el foco para ver el camino.
_ Agarrá bien esa gallina, no se te vaya a escapar dijo su madre. Y es que esa era la costumbre allá por los años 50 y aún después la comadrona del lugar era llamada a la casa a atender el parto y recompensada con lo que la familia pudiera.
Así como me lo contaron se los cuento. Una historia que se desarrolla una y otra vez en Chuarrancho, uno de los 17 municipios del Departamento de Guatemala a 35 kilómetros del centro de la capital. Que para ese entonces contaba con dos autobuses que circulaban en una carretera de baches y piedras, y lodo en invierno y hacía cerca de dos horas para llegar a la capital, si no había problemas en el camino.
Pero que a la vez era replicada en todo el territorio nacional
En esa época no se contaba con centros de salud en casi ningún lugar, y en este caso real. La casa de doña Mélida servía de clínica cuando un médico de la capital llegaba cada 15 días. Que era cuando además ella aprovechaba a aprender otros menesteres de la medicina, porque era quien lo asistía.
Al marcharse el médico dejaba algunas medicinas que por supuesto no alcanzaban así que a ella no le quedó otra que aprender a usar la medicina natural para curar el mal de ojo, dolores de estómago, torceduras de pie y lo que se presentara, que no requiriera el traslado, porque eso sí que era difícil conseguir un picop.
Así que por las tardes se le podía ver leyendo un libro de medicina natural y curaciones que consiguió en uno de sus viajes a la capital, en la certeza que era un dinero bien invertido porque serviría para aprender a ayudar a los vecinos de su comunidad.
Bueno eso fue hace casi un siglo, y muchos pensaríamos que en la era de la tecnología y con tantas universidades con sedes por todos lados, esas cosas ya no suceden y las comadronas pasaron de moda.
Pero hemos de saber que en la actualidad hay cerca de 23 mil cuatrocientas comadronas certificadas por el Ministerio de Salud, quienes reciben capacitaciones cada cierto tiempo y ganan 3, 400 quetzales al mes. Los que además de invertir en la manutención familiar deben comprar gasas, ahulados, guantes, toallas, mascarillas, y otros elementos que si bien reciben del Ministerio de Salud no les son suficientes.
Una buena noticia es que el martes 25 de este mes lo diputados al Congreso aprobaron el Decreto No. 4-2025, el cual reforma el Decreto No. 22-2022, por medio del cual se declaró el 19 de mayo el Día Nacional de la Comadrona Guatemalteca.
Y otorgaron un bono anual de 4 mil quetzales, indicando que el Ministerio de Salud deberá revisar cada dos años la posibilidad de un incremento según el costo de la canasta básica.
Por lo que en adelante el gobierno de Bernardo Arévalo será recordado como el que se preocupó por la salud de las guatemaltecas y otorgó un bono a las comadronas, aunque la decisión haya sido de los diputados, los que para premiarse se recetaron un aumento de casi 22 mil quetzales.
Claro que el diputado Álvaro Arzú seguirá resentido porque el Congreso ya no le paga su comida, pero los guatemaltecos debemos recordar que además los diputados cuentan con un seguro médico y de vida colectivo que asciende a más de 17 millones de quetzales pagado al Crédito Hipotecario Nacional para que todo quede en familia. Entre otros beneficios.