Edith González

hedithgonzalezm@gmail.com

Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Hoy es sábado 28 de diciembre de 2024, el último sábado del mes y del año. Y un día que recuerda a los niños inocentes que murieron por orden del Rey Herodes I el Grande, porque le tenía miedo a ese bebe que nacería en Belén, de quien los profetas habían anunciado desplazaría a Herodes de su reino y guiaría a la humanidad entera por un camino de paz armonía y buena voluntad.

Muchas personas utilizan ese día para jugarse bromas y decirle al otro caíste por inocente. Y muchas veces esas inocentadas han roto amistades, separado familias y hasta provocado la muerte.

Recién celebramos el nacimiento del niño Jesús, La Noche Buena dio paso a la Navidad y en tres días estaremos a las puertas de un nuevo año, que marcará un cuarto del siglo XXI.

Y entonces para seguir la tradición nos haremos promesas, nos propondremos nuevos propósitos y fijamos metas. Todo ello es importante, pero antes de eso será bueno que evaluemos los propósitos que nos hicimos a inicios de este año.

El trabajo que realizamos para lograr ser mejores personas, las amistades que cultivamos, las personas que conocimos y las que dejaron una silla vacía y abrieron un espacio en nuestro corazón para permanecer por siempre allí.

La vida se nos complicó a inicios del 2020 cuando la pandemia del COVID-19 nos alcanzó dejando más de 20 mil personas fallecidas, 20 mil sillas vacías. Personas inocentes que fueron engañadas para no vacunarse, o que incluso vacunadas contrajeron el virus y su cuerpo no lo aguanto.

Estas sumadas a las que fallecieron en accidentes o por alguna enfermedad son muchas, quizás todos este fin de año tengamos una o más de una silla vacía.

Recordemos con afecto a los que ya no ocupan su silla y procuremos que nuestro último sábado del año, día de los inocentes sea para unirnos a los que están presentes, porque como alguien me dijo una vez, en palabras del nuevo siglo, parece que todos traemos un chip, pero no sabemos cuándo se apagará.

Yo me permito rendir un homenaje a mis abuelos, padres, hermanos, tíos y primos que dejaron su silla vacía, pero de manera especial a mi esposo Ricardo Gatica Trejo, quien marcó una ruta en la reportería periodística y a mi amado hijo Diego Daniel, quien me enseño que si nos caemos o nos botan, podemos levantarnos si luchamos con fuerza para hacerlo y además de ello lo hacía con una sonrisa imborrable en el recuerdo de quienes le conocieron.

Con seguridad en sí mismo y un gran amor a la vida, lo que quizás a muchos nos falta y por ello vivimos amargados, sin empatía hacia los demás y peleando por migajas. En lugar de aprovechar nuestro tiempo para dejar un legado de amistad, profesionalismo y servicio.

Le deseo a todos un buen final de año, llenando las sillas vacías con recuerdos hermosos de quienes las ocuparon e iniciar el año nuevo con los mejores y más buenos propósitos humanos en esta era de la tecnología en que tenemos miles de seguidores en las páginas, pero estamos solos en nuestra casa. Y en nuestra vida.

Hagamos para nosotros y para las personas a nuestro alrededor realidad la frase: FELIZ AÑO NUEVO

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