El precio de los huevos volvió a subir, el pan está más caro, el dueño de la casa dice que al cumplir el tiempo le subirá a la renta.
Muchos escolares e incluso universitarios debieron buscar otras opciones para poder cubrir las cuotas. Los padres de familia hacen lo que pueden en estos tiempos, pero pese a que ya casi no se habla de la pandemia del Covid-19, los daños provocados por las consecuencias de la misma apenas empiezan a sentirse dicen los expertos en economía. Así que tendremos para largo, porque incluso hay quienes hablan de una recesión que podría durar hasta diez años.
Estamos viviendo en una sociedad del subempleo en donde muchas personas fueron despedidas porque las fábricas y empresas que cerraron, hoy se ven trabajando como conductores de vehículos de pasajeros, en las salas de call center y otros sitios que están por debajo de sus conocimientos y capacidades.
Y si los negocios volvieron a abrir, ya no contrataron al mismo personal, porque al nuevo pueden pagarle menos y darles menos beneficios, por ejemplo el servicio y atención en los restaurantes ha decaído porque hay poco personal o porque éste no está entrenado, ni tiene experiencia.
Estas son situaciones que están llevando a la población a sus extremos incluso a los niños, pues si bien no entienden de economía, sí viven los resultados del alza de los precios.
Según el Instituto Nacional de Estadística en el primer mes del 2023, una familia guatemalteca promedio debió invertir Q3,638.16 para adquirir alimentos de consumo básico, o sea 17% más. Y si hablamos del salario mínimo no agrícola que corresponde a Q3,327 con un bono de Q250 no podemos cubrir la alimentación familiar. Por lo que cada vez más amas de casa buscan comprar las ofertas además de reducir la calidad y cantidad de productos para el hogar.
Si le incluimos los gastos de vivienda, transporte, salud, educación, recreación, que para el pasado mes de enero fueron calculados en Q8,400.28 al mes. Entonces no podemos extrañarnos que además de bajar la calidad de vida los dos padres deben trabajar, dejando a los hijos solos o al cuidado que alguien que no les cobre, porque no pueden pagarlo.
No nos extrañemos que este año y en adelante el número de niños con desnutrición aumente y el número de adultos enfermos crezca casi exponencialmente, porque entendemos que no podemos perder el salario de un día por ir al médico ni podemos costear las medicinas, así que tendremos que esperar, y esperar mientras las enfermedades nos invaden y se vuelven crónicas.
Y aquí tenemos un punto importante que es la salud mental, que se ve arrinconada cada día a la espera que las cosas mejoren, que los precios bajen, que no encontremos tanto tráfico para llegar a tiempo al trabajo, lo que nos está obligando a levantarnos antes de las 05:00 horas, aunque nos hayamos acostado tarde haciendo los quehaceres de la casa, la comida, revisando las tareas de los hijos, preparándonos para el día siguiente, esperando que las cosas cambien algún día.
Pero eso no ocurre por el contrario, se complican por el agotamiento físico y mental por tomar malas decisiones y malas salidas, como adquirir un vicio, como el alcohol, o las pastillas para permanecer despiertos.
Todo parece que vamos en círculos o más bien en caída libre, por ello la Organización Mundial de la Salud recomienda que los equipos de trabajo puedan tener intervenciones que les permitan gestionar y reducir los niveles de estrés y se mejoren las relaciones interpersonales.
Algo que puede aplicarse a los grupos familiares, como hablar claro sobre los ingresos y considerar estos para enfrentar los egresos haciendo reducciones en el gasto de luz, la comida chatarra, y otros no necesarios, que pueden ayudar a evitar las situaciones de depresión, ansiedad y estrés que de no controlarse pueden desembocar en situaciones irreparables.