Edith González
Luego de 2 años 7 meses del inicio de una enfermedad desconcertante y mortal, los pobladores del planeta Tierra que estuvimos recluidos, utilizando mascarillas, guantes, gel, tomas de temperatura, manteniendo la distancia y lavándonos las manos de manera compulsiva, vemos una luz al final del túnel suelen decir los conocedores.
Varios países han levantado las restricciones, lo que recientemente ocurrió en Guatemala. En donde el presidente Giammattei anunció que los guatemaltecos podíamos dejar de taparnos la boca y nariz, por lo que muchos asumimos que el peligro de enfermedad/muerte está pasando.
Sin embargo, aunque la mayoría de la población se libró de contraer Covid 19 y otros lo vencieron, los malos hábitos que se formaron a raíz del encierro persisten y mucho de ello tiene que ver con cómo vamos a envejecer.
Pues aunque la longevidad tiene mucho que ver con la genética, también nuestros hábitos a lo largo de la vida van a influir marcando una vejez saludable o todo lo contrario.
La comida sin control fue uno de los hábitos que prevaleció, ya sea por la cantidad o la calidad de la misma, y que continúa dañando a muchas personas, porque comer en exceso es malo, pero también lo es comer mal por lo que hay que reducir los alimentos azucarados y procesados, controlar el consumo de las carnes rojas y, sobre todo, tomar alimentos ricos en antioxidantes (verduras y frutas, legumbres y cereales), que además tienen también poder antiinflamatorio. Y con los años, disminuir la ingesta calórica.
Por supuesto hacer ejercicio, relacionado con menor incidencia de riesgo cardiaco, mejora muscular y buena oxigenación. Aunque es importante realizarlo de forma constante toda la vida, hay estudios que muestran una mejora importante en las capacidades cognitivas de personas que comenzaron a practicarlo en su edad madura.
No hace falta hacer un ejercicio intenso de resistencia para obtener beneficios. El salir a correr, caminar rápido o asegurarte que haces 10 mil pasos al día activa el músculo esquelético y estimula los macrófagos, células que detectan y destruyen organismos dañinos.
Y lo que se ha puesto en la ruta de la salud. Las vacunas proveen un estímulo para las defensas que se van estropeando con la edad. Es fundamental empezar a vacunarse cuando uno es joven, cuando el organismo es capaz de responder a esos antígenos de forma eficiente y fuerte. Con cada vacuna estimulamos el sistema inmunitario, generando una respuesta que cuando seamos ancianos nos va a proteger.
Hoy día todos hablamos de estrés que si es mucho es malo, pero en pequeña dosis ayuda porque cuando estamos estresados el organismo libera cortisol, que en pequeñas cantidades nos pueden resultar beneficiosas al generar mayores defensas. Es la base de lo que se denomina “hormesis”, pequeños estreses que nos ayudan a llevar mejor los grandes.
La hormesis se genera con el ejercicio físico, la dieta, el salir a relacionarnos con los amigos, al leer, estudiar, actividades que suponen pequeños estreses para el cuerpo, que tiene que regular la temperatura, usar diferentes fuentes de energía o gastar recursos, por ejemplo, para la concentración y que, al ser moderados, nos hacen tener mejores defensas y un envejecimiento más lento.
Y por supuesto la felicidad porque alcanzar la ansiada longevidad pasa por mantener una adecuada salud, y esto depende del trabajo en equipo de nuestros sistemas homeostáticos (el nervioso, el endocrino y el inmunitario), que están en constante comunicación.
La ciencia ha comprobado que existe una conexión entre longevidad y felicidad. Cuando nos sentimos tristes, solos o tenemos emociones negativas, nuestro sistema inmunitario se deteriora, y por ello somos más susceptibles de tener infecciones.
Así que para envejecer con calidad: comer sano, hacer ejercicio, vacunarse, tener pequeñas dosis de estrés y por supuesto tratar de ser feliz.