No se necesita ser muy ingenioso para comprender que si una población desea gozar del espectáculo de buen fútbol; esto es: disfrutarlo a plenitud todos (jóvenes y ancianos) como un entretenimiento que la cautive y la apasione -domingo a domingo, tanto jugadores como público interesado- no se conformará ésta con contar con un buen equipo propio. Con seguridad, le interesará estar integrado en una liga en la cual poder participar y ver competir al suyo midiéndose con muchos otros de su misma categoría.

Disfrutarán esas poblaciones (las de los “mosquitos” del occidente, la de las selecciones departamentales de la región central, la de las escuelas de normales del país, la de los colegios profesionales, etc.) apreciando a los “onces” de cada categoría las calidades y aptitudes de los integrantes de las diferentes formaciones y las calificaciones que les merecen los diferentes equipos.

Conocedores, querrán determinar en conversaciones de barrio quiénes son los mejores jugadores en las diferentes posiciones, quiénes tienen potencial para superarse y quiénes se deberían ir despidiendo de sus aspiraciones a continuar en la práctica de ese deporte porque más bien malogran el funcionamiento de los equipos a los que pertenecen.

También conversarán sobre las estrategias de los diferentes directores técnicos y hasta los secretos que se manejan las diferentes conformaciones para entrenar de manera más eficiente y llegar al dominio de técnicas que los hagan sobresalir.

Algo así como lo anterior es lo que debería venir a nuestra imaginación cuando hablamos del sistema democrático republicano por el cual hemos optado para dotarnos de gobiernos que sirvan para el beneficio general de todos nosotros y el pueblo a la expectativa de torneos de excelencia.

No debe ser un secreto que el desempeño general de un estado democrático de tipo republicano mucho se debería asemejar al del anterior sistema de liga de fútbol. Es el “sistema” -como tal- el que debe funcionar para el gozo y el disfrute de toda la ciudadanía y, por lo tanto, el aspecto que más deberíamos cuidar y estar atentos a que opere en orden.

Si nos quedamos en el ejemplo de una liga de fútbol, es importante señalar, desde un principio, que todos aquellos que estén apostando por la existencia de un único equipo o un equipo abrumadoramente mejor que todos los demás, no estarían aportando mayor riqueza y calidad a la liga que se espera que funcione para satisfacción de todos. Y esto aplica por igual para el plano del sistema político, con el agregado de que, cualquier equipo que es serio y tiene la ambición de participar, debe saber de antemano que su destino no es ser siempre el campeón de liga si no que, también y durante la mayor parte del tiempo, partidos que se sepan desempeñar de manera sana y eficiente como fuerzas de oposición.

Escribo todo esto no con el ánimo de aburrir o confundir a mis lectores. Lo hago con el propósito de establecer un “punto de referencia” o “paisaje base” que permita vislumbrar con mayor claridad cuál debería ser uno de los principales intereses del análisis crítico de la política nacional. El análisis de coyuntura -que es el que mayormente se hace- es muy importante pero la crítica al funcionamiento general del sistema político es fundamental y prácticamente no se da. Generalmente, se queda en la crítica a la no existencia de una población políticamente organizada que sirva como acicate para los cambios que necesitamos. Pero se obvia el análisis general de la conformación de los partidos políticos producto de lo anterior, de la manera en que estos determinan sus Objetivos, sus Principios o maneras recomendadas de actuar, de la manera en que seleccionan a sus candidatos a puestos de elección popular y cómo determinan su idoneidad y de su forma de definir su actuación en el entarimado del sistema político nacional.

Todo lo anterior, probablemente no le resulte extraño a un conocedor del fútbol cuando de fútbol se trata, pero sí cuando intenta visualizar si los partidos políticos intentan proceder de igual o similar manera cuando persiguen integrar sus cuadros para entrar en contienda. Empiezan, entonces, a surgir preguntas básicas como, por ejemplo, ¿a quién tiene como “defensa” tal o cual partido?, ¿qué gracia le habrán visto el partido “X” a ese rechonchito simpático que están reclutando como candidato a diputado distrital?, …y cuestiones de mucho mayor profundidad como: ¿a quiénes intentarán representar y ganar como sus “adeptos” para llenar las graderías de los estadios (¿se conformarán con  discursos engañosos, fruto del marketing, para lograr la asistencia de muchos con ocasión del primer partido y, luego, olvidarse de que deben ser “cariñosos” y respetuosos con sus bases y mantenerlos atentos al desempeño del equipo debido a lo serio y consistente de sus actuaciones…?).

Tengo el propósito de abordar en próximas entregas algunos de los aspectos que, a mi criterio, es importante observar en el desempeño.

El ejercicio de analizar y criticar el desempeño técnico de los encargados de hacer oposición y de los encargados de ejercer la función pública en nuestro país, no se lleva a cabo de manera suficiente. Probablemente, sucede así porque los que lo podrían hacer de una forma relativamente objetiva, sienten que, pueden ser fácilmente juzgados por aquellos que esperan de ellos posiciones sesgadas ideológicamente, los puedan juzgar como “traidores” a sus respectivas causas.

Lo anterior es de suyo lamentable porque, con ello, se impide la visualización de un aspecto sumamente importante en lo que se refiere a evaluar cuán competentes y diestros son los encargados de la gestión política en el país. Esto es algo que nos debería interesar de manera importante, sabiendo que es cuestión que se ubica antes del análisis de las inclinaciones ideológicas de cada uno de ellos. El énfasis que quiero hacer al apuntar lo anterior -cuestión que no es de dejar en el tintero pero que pertenece a otra categoría de análisis-.

Edmundo Enrique Vásquez Paz

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