Grandes pensadores sostienen que, en cualquier proceso encaminado a resolver algún asunto, cuestión -sin casi importar el tema-, saber identificar y plantear la pregunta a resolver constituye, en sí mismo, el ejercicio intelectual más significativo. Einstein decía, incluso, que al lograrlo de manera acertada se habría realizado ya por lo menos la mitad del esfuerzo necesario para abordarlo de manera eficaz.

En la actualidad, ante el orden mundial reorganizándose de manera vertiginosa, nos sentimos abrumados por la cantidad de interpretaciones que se nos presentan de manera incesante y sin aparente término; y nos sentimos abrumados. Abrumados en el interior de una especie de caleidoscopio que presenta una serie interminable de afirmaciones y amenazas a las que no les encontramos coherencia.

Probablemente, esto se da así porque carecemos ya de la acostumbrada guía (muchas veces escrita) a la que podíamos acudir, como punto principal de referencia, para juzgar si algún actor estaba o no actuando de conformidad con una especie de pacto vigente y reconocido. Una guía, manual o, simplemente, “listado de virtudes y mandamientos” que los poderosos divulgaban como sus “cartas de navegación” acompañados de sabias prácticas orientadas a mantener fieles a ellas a todos sus aficionados, simpatizantes, seguidores; y, por qué no decirlo: los hombres dispuestos hasta el sacrificio en el caso de ver amenazado su justo cumplimiento por los “adversarios”. Llamados siempre “adversarios”, “traidores”, “energúmenos” por el simple hecho de verlos críticamente y sin dedicarle un ápice de atención a sus eventuales disensos conformes a la razón. 

Y está bien la anterior reflexión, porque se refiere a la práctica que se usaba y nos hacía compartir relativa tranquilidad, a cada uno dentro del escenario de la esfera nacional (pequeñita) o mundial (grandota) en que le había tocado nacer y vivir. De acuerdo o no con las grandes líneas, pero conforme con la “paz espiritual” que puede dar sentirse uno en un mundo que es consecuente con el guion y los principios que pregona como propios (aunque no sean necesariamente compartidos).

Siento yo que este esquema clásico o tradicional, se ha perdido. Nos encontramos, en la actualidad, en un mundo en el cual se ha dado un giro orientado a ya no fabricar guías y exponerlas al gran público con el riesgo de caer -ellos, las oligarquías poderosas, miembros de una única y universal casta y familia-, como inconsecuentes y hasta infieles a sus enunciados tomados por mutuo acuerdo … 

La práctica anterior les ha empezado a resultar, no solo aburrida, tediosa y desgastante si no que impráctica; razón por la que han decidido ya no dedicarle esfuerzo al ocultamiento de sus intereses y sus razones y han optado por revelar su verdadera naturaleza -individual y caprichosa-, que se había mantenido bajo cierto control grupal gracias a acuerdos tomados entre ellos.

La salida a relucir de actores independientes, cada uno con su propia y desconocida agenda (a los ojos del público lejano a de ellos), no es buena idea, pienso yo: si se trata de sus intereses, así como ellos los suelen entender (felicidad expresada en poder y poder expresado en dinero) porque en rigor se trata de una opción que, probablemente y a largo plazo, solo satisfaga, en el sentido de la felicidad así entendida, a cada vez menos comensales … Satisfechos en ese festín, entonces, solo los más poderosos. 

En resumidas cuentas, como ya no existe libreto o punto de referencia no solo para juzgar hechos realizados si no que, para poder prever, con algún grado de certidumbre, que podría suceder a futuro, debemos avenirnos a que la manera más sana y acertada de distinguir el mundo en el cual nos encontramos, es considerando que cada actor lo hace a su buen ton y son y sin importarle mucho las aguas que pueda mover y a quién puede estar lastimando. Una lógica marcada por el cortoplacismo que, hay que aceptarlo, es la que está en vías de imponerse y predominar.

Siendo las cosas así, seguramente lo más sano es ya yo inclinarse uno por tratar de exponer posibles hipótesis de qué es lo que significa cada una de las cuestiones que se van anunciando y sucediendo. Más bien, una mejor manera de tratar de esclarecer lo que acontece podría ser preguntándonos posibles razones; razones no para explicar objetivos si no que, más bien, causas; incursiones esas que ayuden a distinguir los “PARA QUÉ”. Información que resultaría de mucho más valor porque, así como se ven las cosas, mucho de lo que se propone no son piezas articuladas para construir todos completos y a futuro si no que, más bien, piezas producto arranques o movimientos de ánimo, colocadas sin mucha reflexión, que irán ocupando espacios en los caminos y que se ignora si no se irán constituyendo en obstáculos al movimiento de cada una de ellas. Atropellándose entre sí

Un caso concreto para ilustrar el sentido de estas reflexiones y atisbar si es un mejor camino preguntar antes que el de dejarse uno confundir con las propuestas concretas que se juegan en el camino, podría ser es el de la necesidad de que Europa, pero sobre todo Alemania, y a secas y sin remilgos, se arme; constituya una fuerza bélica/ militardisuasiva de importancia.

En el anterior sentido, los argumentos que se nos ofrece al público, son cifras: % del PIB que se debería invertir (europeo o alemán, en su caso, y que le significaría a los EE. UU. ya no tener que seguir siendo ellos los que subsidian esas capacidades en el Viejo Continente); retiro de las tropas (ya sea de ocupación, como el caso de Alemania, o estacionadas en otros lugares; …).

Deberíamos ejercitar la habilidad de saber preguntar; y proceder como lo hacen los niños quienes, ante ninguna respuesta dada por el adulto, se conforman y siguen y siguen preguntando (¿Y POR QUE, y por qué? …).

En el anterior caso convendría (por lo menos para efectos de incomodar a los que aparentemente se empeñan en embaucar) iniciar preguntando: Prepararse ante una amenaza bélica ¿por parte de quién?  ¿Existe razones válidas para pensar que se trata de una amenaza bélica real? ¿En qué medida se puede saber que es una convicción racional la nuestra y no el producto de una propaganda realizada a lo largo del tiempo y bien sustentada en conocimientos de la psicología que han sabido permear las almas, los espíritus, los corazones y a nublar las cabezas? …

¡Y no dejar de preguntar y de preguntar! Sin temor a que, por hacerlo, estemos confesando ignorancia o falta de carácter. Buscamos reconocer verdades que sabemos que están ocultas; que se nos ocultan. Con sucesivas y cada vez mejores preguntas siempre nos aproximaremos a ellas, o destantearemos a los mentirosos.

Nada se pierde con ello. Si nos va mal, como mínimo, nos habremos divertido; al menos disfrutando de la incomodidad causada a los embusteros … 

Edmundo Enrique Vásquez Paz

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