Julian Baggini (1968) es un joven filósofo británico que ha escrito sobre múltiples temas, de manera agradable y de fácil acceso y siempre preocupado por provocar a pensar, a reflexionar. Muchos de sus textos (p.ej. los incluidos en su libro “El cerdo que quería se jamón Y otros noventa y nueve juegos para filósofos de salón”, Ático de los libros, Barcelona, 2022) son desafiantes y entretenidos.
Me referiré, en esta ocasión, al relato numerado como 64, “Cortar por lo sano” incluido en la mencionada obra. Parte, éste, de una situación complicada que lleva a un gran dilema, pero que es sumamente sencilla de describir. Resumo:
En un país ficticio pero completo (con población, presidente, ejército y hasta, seguramente, oligarquía dominante) se plantea la inminente amenaza de una invasión liderada por un rebelde que se propone realizar una limpieza étnica de inconmensurables proporciones … El general al mando de las fuerzas armadas nacionales le propone al Presidente que organice una operación encaminada a neutralizar al jefe rebelde expresando algo así como: “Piense, Señor Presidente, que con un solo golpe de fuerza o de violencia de nuestra parte enfocado al jefe rebelde -una sola persona-, ordenado por Usted, bastaría para evitar una masacre general y una guerra”. Con el importante agregado -dicho expresamente- de que a él (el general) le consta que el Presidente no quiere cometer una ilegalidad y que él (el general) le ha planteado de forma clara y directa si no piensa que sería preferible asumir esa ilegalidad a arriesgar un derramamiento de sangre de miles de personas de ambos bandos.
Planteada la disyuntiva, Baggini ensaya sentencias y reflexiones varias con el ánimo de provocar a que el lector piense y se cuestione todo aquello que haya de ser cuestionado. En ese sentido, transcribo algunas de ellas:
“La moral es una autoridad superior al derecho. Por eso aprobamos la desobediencia civil cuando las leyes del Estado son manifiestamente injustas y no hay manera legal de oponerse a ellas…”
“No es difícil imaginar situaciones en las que lo correcto es transgredir la ley. Es más importante salvar vidas que respetar los límites de velocidad. […] Es preferible robar que morir de hambre”
“Si aceptamos esto, el mero hecho de que lo que piden hacer a nuestro Presidente sea contrario al derecho internacional no resuelve el problema de si debería seguir adelante. La pregunta es, más bien, si las circunstancias son tan serias que no hay forma de evitar un resultado terrible sin recurrir a actos ilegales”.
“[…] Pero el Presidente no puede permitirse el lujo de encogerse de hombros y decir “lo que haya de ser será”. La tarea del político consiste en tomar decisiones basadas en la mejor estimación posible de las circunstancias presentes y futuras. El hecho de que los cálculos puedan fallar no es excusa para la inacción. Las decisiones jamás se basan en la certeza absoluta sino en la probabilidad”.