Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Es cierto que, en estos tiempos, la invitación es a votar y que este acto debería conllevar, para todos los ciudadanos, una meditación seria sobre el por quién hacerlo. Sobre todo, en este escenario tan vergonzoso en el cual lo que nos toca es, vestirnos de domingo -peinados y con los zapatos lustrados- y acudir a las urnas a sancionar listados de candidatos desconocidos … muchos de ellos pícaros y, los más, algo más …

Estamos sumidos en una trampa que, si no la reconocemos y actuamos para resolverla, se institucionalizará como el “modo nacional” per saecula saeculorum de practicar la “democracia”. Debemos reflexionar sobre el futuro. Por amor propio y por dignidad.

Deberíamos ocuparnos en meditar sobre las características del sistema democrático, la forma en que ha sido sistematizado hasta el momento, la manera en que lo “usamos” y el provecho que nos brinda …; y atrevernos a cuestionarlo y a proponer.

Recordemos: Se pregona: “un ciudadano = un voto”. Y se afirma que esto es DEMOCRACIA.

Se estipula: “Haz lo que te venga en gana, una vez no interfieras con el derecho ajeno”. Y se afirma que eso es LIBERTAD.

Derivado de lo anterior y al margen de lo que a cualquier partido político criollo se le habría podido ocurrir, el “Mundo libre” anuncia, difunde y proclama, de manera directa, indirecta y subliminal: “¡Vota por el que más te guste, te plazca o te convenza”! Una clara alusión a las preferencias personales o individuales

Pienso que, si como ciudadanos no logramos realizar el ejercicio de identificarnos como miembros de grupos de personas con intereses compartidos, nunca saldremos del pantano en el cual nos encontramos. Si seguimos apostando, cada uno, a sus personales preferencias, será muy difícil pensar en salir del lodazal como grupo interesado en vivir feliz …

Creer en esa matemática consistente en sumar las voluntades o preferencias personales o individuales y, de ello, derivar que la sumatoria refleja o representa la voluntad o la preferencia colectiva, es un desatino. La dimensión de las preferencias y las necesidades individuales o personales, es una; la dimensión de las preferencias y las necesidades colectivas, es otra (aunque, en determinadas condiciones, puedan coincidir).

El verdadero sentido del voto en un sistema democrático (que confía en el “demos”) no puede ser, nunca, el que se inspire o parta de consideraciones personales o particulares. Esos nunca serán votos que aporten de manera consciente (salvo por casualidad) a la articulación de la voluntad general.

Pienso que la única forma de rescatar en alguna medida esa intención original de instaurar el sistema democrático como fórmula para garantizar, de alguna manera, que el ejercicio del poder público no se haga de forma despótica si no que en consideración del “demos”, sería incidiendo en que el voto individual tenga inspiración grupal o gremial.

Seguramente, los arquitectos de ese nuevo sistema -la “democracia”-, nunca imaginaron cómo podría llegar a desnaturalizarse al inyectarle de manera tan aviesa un concepto como el de LA LIBERTAD A LA USANZA ACTUAL.

En Guatemala, el ejercicio principal que deberíamos hacer, consiste en identificar cada uno de nosotros, a qué grupo pertenecemos y, necesariamente, cuáles son “los intereses que nos deben interesar” … En tanto esto no se haya aclarado, es muy difícil pensar en un futuro con características de “nacional”.

Es un problema de falta de identidad que debemos superar. Un problema que, para muchos, empieza con la etnia a la que nos adscribimos, la clase social a la que decidimos (¿) pertenecer, el gremio del cual somos parte y con el cual nos identificamos, …

 

 

 

 

 

 

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