Edmundo Enrique Vásquez Paz
-ideas sobre su uso y utilidad-
Al momento de reflexionar sobre las agendas legislativas que manejen los diferentes partidos políticos existentes en el país -al margen de sus particulares sesgos ideológicos y con el interés centrado en contribuir a que sean instrumentos cuyo manejo contribuya a la formación de ciudadanía y, al mismo tiempo, a hacer más eficiente el desempeño de los partidos-, surge la necesidad de concentrarse en dos grandes momentos. Se trata del momento en que las agendas legislativas se presentan al público, y del momento en que los partidos políticos que las tienen, actúan en el Organismo Legislativo.
Sobre el momento de presentar las agendas legislativas.
Una primera sugerencia, se refiere a que las agendas legislativas que se presenten durante las campañas, no consistan en la enumeración de las leyes que ofrecen aprobar (y sus contenidos puntuales) si no que, más bien, en la mención de las áreas temáticas que privilegiarán durante su gestión legislativa. Aquí adquiere importancia la consideración explícita de que se tratará de una acción desde el Legislativo para apuntalar la gestión de un gobierno en su totalidad. Inclusive los gobiernos locales.
A la población le interesa mucho más enterarse de los temas que ocuparán la atención de los partidos en contienda y conocer el fundamento ideológico que marcará el modo en que cada uno de ellos abordará esos temas, que el enunciado explícito de las características de las leyes que cada partido promete impulsar.
Para la formación política de la ciudadanía, es mucho más importante darle a conocer el fundamento y las diferencias ideológicas existentes entre los partidos, que sobre el detalle de los contenidos de las leyes que cada uno impulsará. Esto último, si se hace, es un mal síntoma, porque las leyes que se aprueban son el fruto de discusiones y acuerdos entre las bancadas y no es serio que un partido prometa detalles que desconoce.
En las democracias desarrolladas, las principales y más importantes discusiones giran en torno a las visiones y los fundamentos ideológicos de los partidos en contienda, lo que incluye la priorización de los temas a atender. Las propuestas de solución a problemas concretos y de coyuntura, se entienden como derivaciones de lo primero y, aunque es importante conocerlas, por lo general no constituyen las pautas que determinan las preferencias para votar por uno u otro partido.
Entre más inmaduras son las democracias, más peso tienen las propuestas puntuales o detalladas de las leyes que aprobarán. Indudablemente, por dos razones básicas. La primera de ellas, por la ignorancia de la ciudadanía: se ignora que, salvo situaciones extremas, todas las leyes son siempre el fruto de negociaciones entre las diferentes fuerzas presentes en el Congreso y ningún partido puede ofrecer los detalles de esas leyes que se podrían promulgar a futuro. Lo único que es honesto prometer en campaña es el sentido básico de la brega que realizará: el sentido que acompañará su trabajo legislativo; asunto que debe estar claramente contenido en su plataforma partidaria.
Otra de las razones -¡muy preocupante!-, es que en las democracias poco desarrolladas, los votantes se dejan atraer mucho más por las ofertas concretas (las cueles, a diferencia de los planteamientos ideológicos, se pueden maquillar más fácilmente para hacerlas atractivas) que por la consistencia ideológica y el talante de los partidos políticos que lleguen a estar a cargo de los asuntos de gobierno y el ejercicio del poder público. Un caso que abona a explicar lo anterior sería el de la persona que elige el camión que va a comprar por el diseño moderno y el color que tiene y no por las características de su motor, el kilometraje, el prestigio de sus ingenieros constructores, etc. Vulgarmente, esto se conoce como “vender espejitos”,
Esto todo es algo que debe cambiar. Un cambio que, a mi criterio, debería perseguirse a partir de dos premisas básicas: a) que los partidos políticos sean organizaciones cuyos dueños sean los afiliados a los mismos (para que sean organizaciones que representen de manera legítima las necesidades de los grupos que los integran): y b) que esos partidos políticos sean honestos consigo mismos y no tengan vergüenza de declarar de manera transparente en qué “verdades” creen (cuáles son sus “Verdades Fundacionales”) y qué fines persiguen.
Sintetizando: Si lo que se persigue es contribuir a la necesaria formación ciudadana en aspectos políticos, la presentación de las diferentes agendas legislativas debería cumplir con el aspecto didáctico o formativo de ofrecer a la ciudadanía una panorámica completa del espectro ideológico representado en el escenario electoral. Y, aquí, resulta fundamental que cada partido político sepa presentar al público, de manera clara, el vínculo dado entre los aspectos ideológicos (los contenidos de sus correspondientes plataformas) y sus propuestas programáticas (los temas que pretenden impulsar en el Congreso y el sentido o sesgo más concreto que proponen darles).
Sobre los momentos de las actuaciones en el Congreso
La participación activa de los diputados, sobre todo en los momentos de sus intervenciones para promover, para apoyar o para adversar los diferentes asuntos que se tratan (tanto en el pleno del Congreso como en sus actuaciones en espacios como las comisiones especializadas y en las interpelaciones a funcionarios), es importante entenderla y aprovecharla como una oportunidad de hacer patentes sus posiciones en relación a las plataformas que las sustentan. Personalmente, resiento cómo esto no se hace y cómo se desperdician esos espacios.
Como espectador, debo confesar que extraño que ningún diputado, en sus diversas intervenciones, sustente sus posiciones en elementos consignados en las plataformas de sus correspondientes partidos. Explicaciones para este fenómeno las hay varias. Yo me aventuro a pensar que es porque los partidos no tienen ya ideologías claras que les sirvan de plataformas para articular y argumentar el sentido de sus actuaciones en el Congreso y en otros espacios (en el Organismo Ejecutivo, por ejemplo) y solo actúan casuísticamente.