Edmundo Enrique Vásquez Paz
Si realmente nos preocupa el rescate de Guatemala; el encuentro de lo que realmente deseamos y aspiramos como conjunto civilizado de los que nos consideramos guatemaltecos de buena fe, interesados en la construcción de una patria que sea de nosotros y que nos acoja a todos, debemos creer en nosotros.
Una forma de creer en nosotros como conjunto social o como pueblo consiste en respetar el criterio de los demás, tratar de entenderlo y considerarlo en la construcción que vayamos haciendo de la síntesis que merecemos. Lo que no significa abdicar de lo que pensamos y en lo que creemos y someternos a lo que los otros piensan. Significa saber construir, entendiendo que el edificio no podrá llegar a serlo si creemos que solamente se hará a base de los ladrillos que a nosotros nos gustan y rechazando todos los otros artefactos y saberes que lo deben constituir. No es posible imaginar una construcción robusta y bella solo de ladrillo, sin azulejos y pintura, pero, también, sin columnas, sin cimientos, sin desagües, y desdeñando el saber y la pericia de los carpinteros, de los electricistas y de los jardineros que deben aportar.
Actualmente, estamos encarando en nuestro país un intento de atropellar la libertad de expresión desde “la autoridad” y tenemos una actitud crítica hacia ello. Pero sin entender ni dimensionar que, igualmente de dañina y de castrante es esa perenne “sanción social” en negativo consistente en la repulsa y el desprecio a la opinión y al criterio que hacemos de aquellos que incomodan porque son críticos a nuestras arrellanadas posiciones. Aquellos a quienes rechazamos con expresiones tan ingenuas (¿) como “ya van nuevamente a criticar”, “¿es que nada les gusta?”, “a ver, ¿y qué han hecho ellos de positivo?” … Muchas veces, con el falso criterio de considerar como positivo y bueno tan solo las construcciones concretas que sean negocio, que den empleo, … desdeñando las contribuciones intelectuales, las creaciones artísticas y aportes creativos. Una contundente negación a la utilidad de lo, por ellos, siempre considerado “inútil”.
Pienso que es necesario reflexionar al respecto y tratar de ser lo suficientemente críticos con nosotros mismos en un mundo y en un país que no van a ir para mejor con el solo reclamo y la denuncia si no que con actitud propositiva y decisión para actuar (pero desde la reflexión, el pensamiento y el espíritu, no limitado al cálculo de la utilidad o el rédito inmediato). Una actitud que no puede emerger de un manual o de una “caja negra” en los que ya esté prescrito y determinado qué es bueno y qué es malo (“etiquetas” que debemos desechar). Es necesario estar conscientes de que esos manuales ya son obsoletos y que es, precisamente, de ellos que han emanado esas recetas que no nos resultan apropiadas pero que hemos seguido sin cuestionar. Considero que lo que debemos aprender, es a construir como conjunto. Aunque nos cueste.