Edmundo Enrique Vásquez Paz
En cualquier tipo de sociedad, reconocer los rangos, las categorías y las dignidades es básico para mantener cohesión. Piénsese en la familia, por ejemplo, y la necesidad de saber distinguir entre el padre, el hijo o el abuelo; tanto para la relación entre los integrantes del grupo como para cualquier tercero que lo desee hacer con el conjunto de sus miembros.
Saber reconocer y saber, y saber distinguir, constituyen facultades básicas; para los miembros de la sociedad, si aspiran al buen funcionamiento de la misma; para cualquier ajeno si desea mantener una relación armoniosa y equilibrada con el grupo. Reconocer y distinguir son aptitudes fundamentales para saber interactuar, resolver conflictos y prosperar.
En comunidades complejas, con múltiples estratos y hasta culturas en permanente convivencia, resulta elemental tener la suficiente capacidad para examinar con cuidado a las diferentes personas y grupos. Esto, para enterarse de sus identidades, de sus naturalezas y de las circunstancias en las cuales se encuentran y, así, saber alternar con ellas y mantener el necesario equilibrio y respeto en el trato.
Baste con recordar el subcontinente de la India, o India histórica, con sus castas y sinnúmero de religiones compuestas de multitudes.
En cualquier grupo humano, se encontrarán individuos menos o más aptos para manejar estas artes. A algunos se les podrá tolerar su ineptitud y su torpeza; no así a sus dirigentes. Ellos tienen la responsabilidad de mantener la integridad del conglomerado a su cargo, así como el compromiso de saber conducirlo salvo en el torbellino de todas las fuerzas y circunstancias que les sean adversas y que encuentren en el camino.
Un principio es ineludible: el principio de saber respetar a todas y cada una de las personas y reconocer en ellas los méritos que tienen. Su dignidad siempre lo merece; y es algo que resulta de trascendencia cuando se trata de personas con cargos honoríficos y de autoridad que les han sido concedidos por grupos con legitimidad para hacerlo. Situaciones así son las que se dan, mayoritariamente, cuando se encuentran los representantes de diferentes pueblos para escucharse mutuamente y buscar tanto el entendimiento como la concreción de soluciones en casos de opiniones o puntos de vista diferentes. Sus líderes deben saber proceder de conformidad. Es un atributo inherente al liderazgo.
Guatemala es un país en busca de un sentimiento de nación que no logra encontrar y para cuya construcción es necesario labrar. Los despechos y los engaños utilizados para rehuir los encuentros en los que se puedan forjar soluciones o puntos de vista que nos acerquen a visiones realmente compartidas, no pueden ser consentidas a ninguno de los dirigentes que tengamos. Por mucho que ellos puedan vanagloriarse y presumir, para sus adentros o con sus amigos, de las fintas empleadas para burlar al toro.
Esta reflexión viene al caso a la vista de actitudes como cuando, para alejar a los representantes de comunidades ancestrales, investidas legítimamente de alta dignidad, no se les atiende en las instancias de gobierno con el debido respeto y con la atención que se merecen.