Cada vez cuesta más escapar de los temas políticos aun cuando solo sea para lamentarnos. Hablar sobre los descalabros globales, Estados Unidos, Siria, Palestina, Líbano, Israel, Ucrania, Rusia, Sudán o Birmania, se ha convertido en materia que por más abstracción que hagamos, intranquiliza el espíritu. Es lo que hay en la mesa cotidiana.

En esto colaboran los medios globales que nos bombardean con noticias frescas, apurados también por vender información. Tiene sus efectos. Es una raya más al tigre de la ansiedad generada por internet. Que no solo Instagram o TikTok nos atormentan, según se insiste, sino la recurrencia de las noticias diarias donde encontramos la basura global.

Hay que cuidar los pulmones vigilando las toxinas malsanas. Esto pasa no por abstenerse de conocer lo que ocurre en el mundo, sino por descubrir los agentes perversos que producen las noticias. El aire puro es una cualidad rara que debemos estimar para la salud del buen ánimo.

La dificultad está, sin embargo, en nuestra pasión por la vulgaridad. Quiero decir, así como nos fascina la grasa en las comidas, la chatarra y las ultracalorías, de igual modo nos solazamos por lo fácil. Es como si la finura («Le esprit de finesse») en nosotros solo fuera excepcional, producto de un cuidado del que carecemos por la voluntad por lo sucio.

Y mejor si lo vulgar es directo, feo, deforme y de mal gusto. Lo saben algunos medios que acortan las noticias aderezadas con fotos escandalosas. Quieren vender, viven de las leyes del mercado, no importa si pasa por excrementar esos espíritus que, a veces por falta de educación, prefieren los pasquines.

Pero volvamos al inicio. Decía que era difícil estar desinformado y quizá por esto en constante nervio. Apuntalar al desarrollo humano exige una relectura de cómo acercarnos a las noticias. Entender a la industria, el mercado de medios, la lógica, los intereses, la filosofía y el modo en que realizan su proyecto. Sin ignorar, precavidos, nuestro paladar y las posibles perversiones desde donde leemos a veces de manera viciada esas noticias.

Sobre esto último, diría que aunque hay que leer desde la suspicacia y el escepticismo, conviene que el crédito que damos a la información de fuentes confiables, no nos paralice ni nos anestesie. Por el contrario, ser conscientes del mal debe estimularnos a la militancia por el bien. Sobreponernos al pesimismo con esperanza, creer en las posibilidades de la bondad. Nunca rendirnos.

Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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