Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Hace algunos años, de camino para las vacaciones, olvidé el celular en casa. Me preguntaron mis acompañantes si regresábamos por él. No es necesario, les dije, ya veré cómo resuelvo esa falta. «Nadie se muere por no llevar un teléfono», concluí. A penas puedo creerlo hoy. Sin celular estamos muertos o al menos eso creemos.

El móvil se ha convertido en una prótesis fundamental. No funcionamos sin él. Su uso es ventajoso, aunque también nos priva de la vida. Una de esas limitaciones es el relativo al tiempo que lo empleamos. Un mínimo examen es suficiente para reconocer que es un instrumento que drena, nos absorbe y acapara.

Sí, el tiempo es oro, pero lo dilapidamos con descuido. En esa línea nos empobrece porque, al ir en automático, descuidamos lo que sí cuenta. No somos administradores, sino víctimas que navegan sin bandera ni brújula por el ancho y extenso mar de lo digital. El narcótico nos impide dirigirnos donde debemos para alcanzar nuestros objetivos y ser felices.

Estamos capturados por las notificaciones que nos distraen y nos desenfocan. No somos capitanes y menos pilotos, somos pasajeros irresponsables interesados únicamente en pasarla bien. Sin que nos importen los compañeros de viaje, el paisaje y a veces ni siquiera nuestro estado de salud, mental y físico.

Administrarnos se ha convertido en la utopía de nuestros días. Autogestionarnos. Imperar y ser amos de aquello que nos interesa para no ser arrastrados por el aquí y ahora de las redes sociales. Es urgente aprender a negar, poner límites, desafiar con los «noes» para construir desde los deseos por ser mejores, para regalarnos a quienes esperan de nosotros nuestra atención.

Vigilar debe ser prioritario en las tareas cotidianas. Cuando lo hacemos afirmamos soberanía contra los tiranos de la red. Es un acto revolucionario que exige fortaleza de ánimo, la renuncia por la que prescindimos de las bagatelas del mercado digital. Conquistarnos significa cuidar a qué y a quién damos nuestro tiempo.

No nos estamos tomando en serio el tema y de ello se aprovechan los que disponen los algoritmos. Es importante reapropiarnos de lo que nos pertenece a través de la oposición a los que nos alienan. Y si lo nuestro es la voluntad de dar, dispongámonos a regalar el tiempo a los demás. Que la generosidad sea con los otros.

Bien vale la pena olvidar de vez en cuando el teléfono en casa. No es una tragedia. Hay vida después del celular. Pruébelo y verá.

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