Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

post author

Hay un episodio en la famosa película dirigida por Eric Till y protagonizada por Joseph Fienne, «Luther», en que el reformador religioso rechaza ir a Roma para someterse a la autoridad eclesial, persuadido de su proyecto de separarse definitivamente de la Iglesia. Su decisión fue trascendental y marcó el destino para siempre.

Por mucho tiempo se nos ha enseñado que la vida se construye afirmando la realidad, diciendo sí a las oportunidades, actuando. Es la idea ya presente en Calvino de que el cielo debe ganarse a través de la determinación cotidiana del trabajo. Así, picar piedra cobra sentido, más allá de lo profano de su apariencia, porque su resultado se convierte en signo de la elección divina que urge reconocer.

Poco ha insistido la educación en el valor de la negación. Como si decir no significara una amputación limitante. Todo lo contrario, es expresión de poder, manifiesta autonomía.  Como cuando Diógenes le manda a Alejandro (el Grande) apartarse de su lado porque le impide la luz del sol. Oponerse es signo de grandeza frente a las famosas microfísicas del poder.

Decir no también significa sustraerse. Una tarea que las redes sociales y el mundo digital dificultan por la homogenización de pensamiento que promueven. Ir a contracorriente escapando de las modas es la base del desarrollo moral, pero exige carácter y una claridad que a veces está ausente.

Lo normal es eso que Herbert Marcuse llamó la unidimensionalidad. El ser humano que, condicionado por la sociedad del consumo y el sistema capitalista, ha perdido su capacidad crítica y de pensamiento autónomo. En ese ecosistema, la humanidad es arrastrada sin que su voluntad pueda gestionarse por sí misma.

Hay que aprender a resistir. Oponerse a las convenciones en las que reside muchas veces la iniquidad. Fundados en la certeza de que la evolución exige el valor de las sombras. Esa dialéctica que reconoció en su momento Teilhard de Chardin como indispensable para el avance de la humanidad.

Sin esa conciencia, Lutero estaría fuera de nuestros libros de historia y nadie sabría de su vida. Asentir lo habría ubicado como uno más de su época. Sin embargo, su rechazo al poder establecido, su aspiración a la independencia de pensamiento hizo de él un ejemplo a seguir en esta materia.

Lo anterior quedó recogido en una de las frases de la película citada: «No puedo y no quiero retractarme de nada, porque no es seguro ni correcto actuar en contra de la conciencia». Como el mismo Lutero concluye, «que Dios nos ayude».

Artículo anteriorPresidente Bernardo Arévalo felicita a Donald Trump por su triunfo y regreso a la Casa Blanca
Artículo siguienteMuerte, hastío y reflexiones tras las inundaciones en Valencia