Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

post author
«Pero de ahí debería resultar también que nuestro pensamiento,
en su forma puramente lógica, es incapaz de
representarse la verdadera naturaleza de la vida, la significación
profunda del movimiento evolutivo».
Henri Bergson

La filosofía ha insistido, quizá demasiado, en la maldad que anida en el espíritu humano.  Ya sean los cristianos con el concepto de «Pecado original», San Agustín primero y mucho después Lutero, o Hobbes con su pesimismo extremo en el «Leviatán», la humanidad ha sido percibida como una especie monstruosa de la que hay que huir.

Hay mucho de ello, no cabe duda, aunque también hay suficiente bondad para expresar lo contrario. Rousseau tal vez sea el más paradigmático de todos, si bien no han faltado «cándidos» antes de él, como San Francisco de Asís que cultivaba la bondad y predicaba la «fratellanza» como virtud social.

Junto al dilema antropológico apareció también el debate sobre el valor de la razón.  Así, vemos por un lado a Parménides desdeñando los sentidos para afirmar las ideas y, por otra, a Protágoras poniendo en entredicho las pretensiones universalistas de los fundadores de una metafísica indigerible para él.

La tradición de los primeros, llamados «eléaticos», ha sido extensa.  Platón, San Anselmo y Descartes son solo algunos de los exponentes que han juzgado capital esa facultad humana. En el lado opuesto, los que reconocen el valor de la vida, las emociones y el amor.  La filosofía continental ha solido referirse a Epicuro entre los griegos y más adelante a San Agustín, Pascal y Hume, entre muchos otros.

Por lo que a mí respecta, me encanta reconocer esas vías alternas a la narrativa fuerte como tránsito hacia el conocimiento de la realidad.  Advertir que la razón no es una facultad aislada, solitaria y fría, opuesta a los sentimientos también en su estado presunto de irracionalidad.   Con Pascal quiero creer en las razones del corazón y en la centralidad de una esfera íntima en el que se gesta un «logos» diferente.

Por lo demás, ese camino «sui generis» caracterizado por San Buenaventura como «Itinerarium mentis ad Deum», lo asumen continuamente los poetas y los artistas desde un discurso para algunos, «extra filosófico».  Un lenguaje, sin embargo, que no es otro que el de la «casa del ser», según la intuición de Heidegger.

Como se ve, nada impide que muchos contemporáneos hablen de la «razón poética» o la «razón de la pasión», que, aunque suenen antitéticos, expresan más profundamente la complejidad de la constitución humana.  Cortina también alude a la «Ética de la razón cordial», probablemente para escapar de imperativos categóricos que limiten el examen de la crítica de las costumbres.

Artículo anteriorLa difícil decisión de Manuel Neuer: anuncia su retiro de la Selección de Alemania
Artículo siguienteUniversidades, una agenda pendiente: Parte 2