Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Las imágenes que aparecen en internet cada vez son más peligrosas al configurar nuestra concepción del mundo según los sesgos que se diseminan en ellas.  Eso es más o menos lo que afirma una investigación publicada el 14 de febrero de este año, titulada «Online images amplify gender bias».  Un trabajo que obliga a ponernos en guardia para corregir posibles desviaciones.

El estudio parte de varias evidencias.  La primera es que el número de imágenes en línea ha crecido exponencialmente.  En esto han influido tanto Google, a través de una arquitectura renovada de su buscador, como las aplicaciones sociales, Instagram, Snapchat y TikTok que han privilegiado las imágenes sobre los textos.

En segundo lugar, es palmario el reconocimiento de una reducción de la lectura en la sociedad dando espacio a una exposición más creciente en la producción y el consumo de las imágenes.  No es otra cosa la que afirma una encuesta longitudinal de la Academia Americana de Artes y Ciencias.  ¿Cuáles son los efectos de la sobre exposición?

La investigación cita a Frederick Douglass que, en una conferencia de 1861, «Pictures and Progress» ya denunciaba el daño de las imágenes por medio de su condicionamiento simbólico.  «La gran baratura y universalidad de las imágenes deben ejercer una poderosa, aunque silenciosa influencia en las ideas y sentimientos de las generaciones presentes y futuras».  

Conforme a lo anterior, se establece que el aumento de los contenidos visuales en nuestra dieta de información cotidiana exacerba los sesgos de género al magnificar su presencia digital y profundizar su arraigo psicológico.  La correlación es clara, las imágenes contribuyen a configurar sesgos en virtud de lo que se disemina en las redes.  Y se insiste del impacto superior sobre la lectura de textos. 

Trabajos sobre «la superioridad de los efectos en la imagen» muestran que éstas son más memorables y emocionalmente evocativas que los textos y pueden implícitamente subyacer a la comprensión del texto mismo.  Todo ello contribuye a expandir esos sesgos que afectan a las mujeres (generalmente subrepresentadas en las imágenes) en su estatus y oportunidades económicas, pero también a los hombres cuando se trata de categorías femeninas como las ocupaciones orientadas al cuidado.

¿Qué interés tiene el estudio?  Creo que su oportunidad estribaría en varios niveles.  Pienso primero, en el valor de la crítica para corregir las desviaciones desde el corazón mismo de las redes.  Es una forma de instruir a los ingenieros de los resultados nefastos operados desde los sistemas.  Luego, en un segundo momento, contribuiría en el plano pedagógico a educar con base a una hermenéutica opuesta a sesgos que comprometan tanto la ética personal como la experiencia profesional futura. 

Consideraciones de este tipo nos hacen conscientes de la cautela debida al sumergirnos en internet.  Nos habilita a la responsabilidad al compartir imágenes que reproduzcan visiones sesgadas que reduzcan las oportunidades de muchos actores, especialmente las mujeres.  Por último, nos permite intuiciones con menos prejuicios y con más apertura hacia la utopía del conocimiento.


  1.  Guilbeault, D., Delecourt, S., Hull, T. et al. Online images amplify gender bias. Nature (2024). https://doi.org/10.1038/s41586-024-07068-x
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