Eduardo Blandón
Más allá de la pesadilla que le espera a Kamala Harris al tener que reunirse con algunos esperpentos políticos, su visita a Guatemala le permitirá conocer de viva voz, con representantes decorosos, la realidad política y social guatemalteca. No tengo duda de que ya tiene una radiografía bastante completa, le toca ahora, además, tomarle el pulso al enfermo, diagnosticarlo y eventualmente poner algunos remedios.
No necesitaríamos de ese tipo de intervenciones, pero es evidente que nos encontramos en un punto en donde de poco o nada nos sirve filosofar. Por eso, los argumentos nacionalistas de los que son parte de la corrupción (me refiero fundamentalmente a los protagonistas del Congreso encabezados por su presidente, Allan Estuardo Rodríguez) son parte de una estrategia para evitarles el avance de la maquinaria para el saqueo del Estado.
Harris tendrá que enfrentarse, aunque ciertamente tendrá mucha experiencia en ello, con algunos lobos vestidos de oveja (piense usted por ejemplo en los malandrines de cuello blanco del CACIF) quienes llegarán de primera comunión a expresarle, en su inglés aprendido y reducido a lo necesario, la “pena” por la situación del país. La representante de los Estados Unidos debe saber que son solo amagos porque son parte esencial del descalabro de la nación -espero que no le quepa la menor duda-.
Igual tarea le tocará si se entrevista con nuestra dinámica Fiscal General y Jefe del Ministerio Público, María Consuelo Porras Argueta. La vicepresidenta de los Estados Unidos debe conocer que la funcionaria ha recibido aplausos sospechosos -reconocimientos oficiosos- de personajes opacos (desde el expresidente Jimmy Morales que fue quien la confirmó en el puesto, hasta el actual gobernante, Alejandro Giammattei) como premio por su pasividad en la persecución penal y el poco apoyo a la FECI (aunque diga lo contrario del diente al labio). En Guatemala es vox populi que su deficiente operatividad es sumamente intencional.
¿Qué somos un país dividido? Sí, lo somos. Y más aún cuando se acentúa el drama de la desigualdad por las condiciones económicas de un sistema hecho a la medida de los ricos, oligarcas inescrupulosos que viven para el expolio a merced de un Estado frágil. Su patraña alcanza el cielo -o, mejor, el infierno- cuando escamotean impuestos, imponen salarios de hambre (muchos son negreros de pacotilla) e intervienen en el sistema de justicia para castigar a sus adversarios y críticos (el caso del extitular de la SAT, Juan Francisco Solórzano Foppa, lo demuestra fehacientemente).
No creo que necesite demasiada perspicacia la política norteamericana para descubrir el malfuncionamiento del Estado. Las pústulas están tan a la vista que lo que necesitaría es solo la aplicación pronta del remedio para curar al enfermo. Sí, el hedor es casi cósmico, tanto como la pestilente caca que despiden la mayoría de los políticos, empresarios y, como olvidarlo, los responsables del sistema financiero del país. Le auguro buena suerte, vicepresidenta Harris.