Dr. Edwin Asturias Barnoya

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En el pasado mes de mayo, hemos visto publicadas dos misivas del expresidente Jimmy Morales haciendo un llamado al actual presidente Arévalo a no cometer lo que el califica como “errores” en su gestión en la conducción de la política publica en Guatemala. Tradicionalmente los expresidentes se abstienen de opinar de la política pública cuando han dejado el cargo, ¿la razón? Cada mandatario ha tenido su periodo para conducir el país, y con aciertos y desaciertos, su paso por ese trono es juzgado por el pueblo que lo eligió, sabiendo si al final, dejaron una mejor nación para todos.

Morales ha sido un payaso y comediante por la mayoría de su vida. Ser payaso no es un empleo vejatorio, pero nadie olvida como en sus cortos de comedia de televisión se mofaba de los descendientes africano-caribeños de nuestro país, o hacia guasa de nuestros indígenas soldados, o se burlaba de los judíos que hoy defiende, haciéndolos pasar por personajes tacaños y egoístas.  Sus comedias, hoy cuando la nueva generación tiene una mayor conciencia de equidad, del respeto a la diversidad, y la apreciación de la dignidad de los pueblos ancestrales, no tendrían hoy mayor audiencia.  Cuando ganó la presidencia, con tramposo financiamiento y como rechazo a la debacle Baldizón-Perez Molina, Morales no se convirtió en un gobernador digno de orgullo. Demostró ser un incapaz en la gestión pública, y un alcohólico desenfrenado que abrió los tesoros del Estado a ladrones y mafiosos en el Congreso y al empresariado corrupto.

No está de más recordar que Morales y sus secuaces transaron la soberanía de Guatemala y se plegaron a las exigencias de un presidente Trump, que decidió usar nuestro territorio como traspatio para la contención de una inmigración centroamericana que tenía sus raíces en la pobreza e inseguridad que ni Morales ni los presidentes de Honduras lograron mitigar.  Las relaciones exteriores de Morales se caracterizaron por permitir los maltratos y no reclamar la muerte de nuestros conciudadanos inmigrantes en manos de la patrulla fronteriza de Estados Unidos. Cuando las cosas se le pusieron color de hormiga porque la CICIG investigaba a su familia cercana, Morales transó con Trump la movida de la embajada de Guatemala en Israel a Jerusalén, con tal de que le permitieran cercenar la investigación anticorrupción que por primera vez en décadas le ponía tapa a las mafias criminales que operaban libres y a su antojo en el país.

Este es el personaje que hoy quiere volver a ser relevante, que a través de unas “cartas abiertas” pretende dar lecciones de geopolítica y manejo transparente del Estado a un presidente que, sí es un profesional preparado con una trayectoria impecable en política exterior, y que la población eligió para hacer exactamente lo que está obrando.  Ya hemos experimentado que ni la Contraloría General ni el Ministerio Publico actuales son capaces de controlar la corrupción desenfrenada, es más son cómplices y compinches.  Naciones Unidas ha probado, por el contrario, ser capaz de reducir los costos de medicamentos en el IGSS, y se espera que su gestión en el acompañamiento de las compras en varios ministerios del Estado, aunque nos cueste un tres por ciento, será un blindaje a esa corruptela que ha gozado de impunidad y le ha costado sudor y vida al pueblo. 

Finalmente, a pesar de la atroz e imperdonable masacre cometida por Hamas en contra de civiles en Israel, la mayor en el último medio siglo, Guatemala como la colectividad de países del mundo civilizado deben alzar su voz ante un gobierno conservador en el estado judío, que, teniendo la capacidad y precisión para lidiar quirúrgicamente en contra del grupo terrorista, ha causado casi 35,000 muertes palestinas sobre todo de mujeres y niños inocentes.  Si alguien conoce a Israel y su gente es Arévalo.  Fue embajador en esa nación.  Los que tratamos de caminar por los senderos correctos, preferimos siempre a los amigos que son capaces de decirnos cuando nos hemos excedido en lo que hacemos, que los aduladores incapaces de mostrarnos los abusos que pueden marcarnos por el resto de la historia. Morales visiblemente necesita atención pública, está ansioso de protagonismo, pero estaría mejor regresando a sus payasadas que tratando de hacerse pasar por un estadista evidentemente incongruente. Como lo señaló Malcom X, “un hombre sabio puede hacer el papel de un payaso, pero un payaso no puede hacer el papel de un hombre sabio.”

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