Dr. Edwin Asturias Barnoya
Los cuervos son pájaros negros conocidos por su astucia y adaptabilidad, y tienen fama de dañar las siembras. Esta semana dos columnas de opinión en Prensa Libre de intelectuales de la élite conservadora guatemalteca, Eduardo Mayora (@Vientomares) y Fritz Thomas (@FritzThomas1) muestran ya los síntomas del actual Gobierno de Guatemala y sus cooptadas instituciones de Justicia perdiendo su beneplácito.
En la última década, cuando la lucha por la justicia equitativa y el combate a la corrupción desenfrenada parecía mostrar avances, una coalición inusual de políticos mafiosos, el narco, y empresarios arcaicos, asustados por tener que rendir cuentas, iniciaron una cacería de brujas libidinosa.
Hoy, observan con preocupación al leviatán que han creado. De nada han servido las voces moderadas que advirtieron que mientras más se avienta el columpio hacia el otro lado, con mayor fuerza se devuelve.
El presidente con su séquito está embriagado con el poder, nunca había tenido éxito en asunto alguno, y ahora se muestra incapaz de controlar sus instintos.
El Congreso es un infierno ardiente, en el que a Dios lo hacen bailar a su antojo y ventaja, y las Cortes ahora perversas y maltrechas, socavan los cimientos de su propio devenir. Mientras, la clase media y los trabajadores y sus familias crecen en hartazgo hacia un sistema que no los consuela ni recompensa por el esfuerzo. Nada alcanza ya para vivir ni progresar. Los empresarios no pueden ya producir, temen invertir, y se guardan en sus cofres o los exportan con hipocresía. La tormenta se asoma, el cielo se nubla, y los sabios lo perciben. Por ello Thomas opina ahora que “el cambio es inevitable y en la medida que tarde en llegar, será más drástico o radical”.
En su opinión, trata de encontrar razones en la historia constitucional, como que el destino es el culpable, cuando todos sabemos quiénes son los cómplices. Tantea el agua, insinúa, pero no denuncia; el sistema no es el problema, es el irrespeto al contrato social lo que cuenta.
Mayora, por otro lado, deja claro que es “imposible pasar desapercibida la renuncia de la jueza Erika Aifán” y que “con ella ascienden a 15 los exfuncionarios judiciales o fiscales que están ahora en el exilio”. Él sabe porque es pensante, que el extremo se acerca, y que las consecuencias de la cacería están por reventar. Olfatea ya próximas las repercusiones que vendrán de Norteamérica y Europa, y la posible revuelta social que en lo mejor de los casos puede ser pacífica.
Ellos saben que Aifán como el resto de los jueces, magistrados y fiscales son profesionales probos. Actuaban como ciudadanos comprometidos y amantes de una mejor Guatemala, y por supuesto eso significó en algunos casos, que el martillo de la justicia majará dedos llenos de anillos.
La amenaza y exilio de los probos, deja a las instituciones de la República en manos de mafias, una mazmorra de incompetentes que terminarán en el mejor de los casos “ordeñándolos” y subyugándoles en el momento que los intereses del capital y la política oportunista choquen. Mayora recrimina: “¿qué más tiene que pasar hasta que las élites de todos los sectores sociales y políticos reconozcan la necesidad de un sistema de justicia independiente? ¿A qué tenemos que esperar para promulgar normas constitucionales basadas en la realidad de la naturaleza humana?”.
Las élites precarias y sus huestes siguen embriagadas. Muchos dudamos que exista antídoto que los haga retornar del efecto alucinógeno del poder absoluto. La tormenta se acerca, y el cielo lo anuncia.
Por ello, Jeffrey Kluger el editor de la revista Time alguna vez espetó, “hay una razón por la cual el término apropiado para una bandada de cuervos es un ‘asesinato’ (murder), y no es porque nos guste tenerlos cerca”.