Emilio Matta Saravia
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Aunque pasó desapercibido para muchos, el 2017 fue un año electoral en Chile, donde se eligieron presidente, diputados y senadores (por tener un sistema legislativo bicameral), entre otros cargos de elección popular. En segunda vuelta resultó ganador Sebastián Piñera, de la coalición Chile Vamos, con un 54.58% del total de votos válidos, mientras que el perdedor, Alejandro Guillier, de la coalición La Fuerza de la Mayoría, obtuvo el 45.42% del total de votos válidos. Independientemente de la simpatía por uno u otro candidato, su agrupación política o su ideología, resulta muy interesante evaluar a los candidatos e investigar su trayectoria, tanto académica como profesional y también sus respectivos planes de gobierno. Más interesante aún, evaluar su modelo. Tal vez haciendo este ejercicio podemos formarnos un mejor criterio a la hora de exigir un sistema de elecciones transparente, así como un mínimo de preparación y trayectoria de los candidatos, así como planes de gobierno coherentes, además de probidad y honestidad a nuestros candidatos a puestos públicos.

La preparación académica de ambos candidatos es notable. Piñera es Ingeniero Comercial con Maestría y Doctorado en Economía. Guillier es Sociólogo y Periodista (titulado en ambas profesiones), con una Maestría en Ciencias Sociales. Es decir, ambos cuentan con educación superior a nivel de posgrado. La trayectoria profesional de ambos es también envidiable. Piñera se ha desempeñado como empresario de bienes raíces, líneas aéreas y bancos, previo a ingresar a la política. Guillier ha sido director de programas periodísticos en radio y televisión, así como presidente del Colegio de Periodistas de Chile y vicedecano y catedrático de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales. Es de hacer ver que ambos se han destacado profesionalmente en sus respectivos ámbitos, a pesar de ser tan distintos uno del otro.

Los programas de gobierno de ambos candidatos se pueden encontrar fácilmente en internet y ambos son muy completos. Ambos priorizan la salud y la educación, hablan de inclusión de pueblos indígenas y reconocen el rezago de su país en atender las necesidades de los más vulnerables, por lo que cuentan con planes de gobierno para mejorar las condiciones de vida y las oportunidades de las mayorías, así como generar crecimiento económico sostenible y mejor distribuido. En general, ambos planes de gobierno son muy completos y se enfocan en las principales necesidades de la nación. Obviamente cada uno lo hace de acuerdo a sus convicciones, sin embargo, en ambos casos las metas finales son las mismas.

En la página de Servel (Servicio Electoral de Chile) uno puede ver que, bajo el sistema electoral chileno, hay limitaciones importantes respecto a financiamiento privado de campañas para cargos públicos, los partidos políticos están obligados a presentar sus estados financieros (en la página están publicados los estados financieros anuales desde 2005 a la fecha de cada uno de los partidos políticos del país), las declaraciones patrimoniales de los candidatos, inclusive los estados financieros del mismo Servel. En una palabra: transparencia.

Todo lo anterior resulta muy importante, ya que independientemente de quien gana las elecciones, el ciudadano chileno tiene garantizado un sistema transparente, donde puede decidir de forma informada qué candidato es el que más le conviene. Al final, todos los chilenos salen ganando. Y en Guatemala, ¿cuándo?

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