Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“No puedo admitir la violencia, ni siquiera contra la violencia” Roger Martin Du Gard

El año que está por terminar ha dejado muchos titulares para el país, desgraciadamente no hemos sido portada por cosas solamente buenas, lo hemos sido también por malas, pero el círculo de la vida es así, sería muy iluso pensar que todo debe ser blanco, armonioso o luminoso en la vida, para apreciar lo bueno debemos conocer lo malo, si no lo vivimos de esa forma no apreciaríamos lo maravilloso que la vida nos brinda.

Escribiendo sobre la vida esta última columna de un año de cambios, quiero brindar un tributo de amor a las más de setecientas y pico de familias, que este año perdieron a una o varias partes fundamentales de su círculo íntimo, a esas mujeres de cualquier edad que fueron asesinadas el año que está por terminar.

¿Cuántas mujeres habrán de morir para que exista conciencia real de lo preciado que es la vida de cada una de ellas? No se sabe y no se sabrá en tiempo incontable.

Cada día mueren un promedio de dos mujeres en el país en forma violenta, unas muertes son más sanguinarias que otras, pero no por eso dejan de ser muertes y dejan un vacío que no se puede llenar en un hogar, y su entorno más cercano, esas muertes según el derecho penal moderno, son considerados delitos bagatela, de las más de 700 muertes, unas cuantas solamente son resueltas, las demás son un expediente más que es archivado, lo que es lo mismo: olvidado.

Es tanta la deshumanización en relación a la muerte violenta de las mujeres, que ni muertas los medios de comunicación tradicional muestran un pequeño respeto hacia ellas, antes de esta época convulsa que vivimos se les llamaba: Dama, señora, señorita, niña, hoy se les denomina fémina, según el DRAE significa: persona del sexo femenino, hasta ahí la discriminación, ellas ya no están, no leerán, no se enterarán; pero en todo hecho violento existen daños colaterales y estos los sufren quienes las han amado, ¿Qué puede sentir un padre, madre, hermano, hermana, esposo hijo, hija, novio, después de pasar horas dolorosas en el anfiteatro, leer que su amada tenía por nombre fémina? Indignación, dolor, sentimientos indescriptibles.

Y después hay que presentarse al MP a reconocer los objetos, si es que los hay, y recibirlos fríamente, porque la muerte de las mujeres se ha convertido en una costumbre, a la que se le pone atención solamente cuando toca de cerca, o cuando se trata de alguien de “buena familia”, término a mi criterio discriminatorio porque ¿Qué significa que familia es buena y que no? ¿Será acaso la cuenta monetaria? Sí.

Por todas esas mujeres que tenían un sueño, un objetivo en la vida, una meta, que se vio truncada y que han pasado a formar parte de una fría estadística, y por la vida que no será celebrada en muchos hogares, y que no son solamente setecientos y algo, son miles señores, en las que hará falta esa sonrisa, esa coquetería, esas manos que laboran, esa muñeca que no será recibida, ese beso que se echará en falta con más dolor cada segundo, minuto, hora, día, semana, mes, año, y volvemos al círculo vicioso de dolor, pido un minuto tan solo de reflexión.

Cada año aumenta el cruel número de damas, jóvenes y niñas asesinadas violentamente, sin que existan políticas públicas efectivas de prevención, combate y resolución de la violencia contra el ser que puede y da vida, todos los días, que nació para dar amor, y que a cambio puede ser ultrajada y asesinada, no solamente de un balazo, muchas veces a golpe limpio.

Por todas ellas que harán falta solamente a quienes las amaron, rueda una lágrima en mi mejilla y el dolor estruja mi corazón, porque como una simple ciudadana, lo único que puedo hacer es levantar mi voz, por medio de La Hora que me da esta valiosa oportunidad y exigir: ¡Ya no más furia y respeto póstumo por cada mujer muerta violentamente!

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