Por: Danilo Santos
“Todos despotricamos contra las distinciones de clase, pero muy pocos son los que desean abolirlas de verdad. Aquí es cuando te topas con el importante hecho de que toda opinión revolucionaria extrae su fuerza de la secreta convicción de que no se puede cambiar nada”
(George Orwell, 1937)
Despotricar contra el actual estado de cosas, contra el sistema, y no hacer mayor cosa en realidad, es el resumen del párrafo anterior. El coraje de la desesperanza consiste en asumir que ya nada se puede hacer y poner en marcha lo transformador, lo verdaderamente revolucionario. De lo contrario seguiremos con el “le toca, no le toca; que roben pero que hagan, Guatemala es un país conservador; mi protesta es virtual, y un interminable etc.”
Estamos a siete días de la segunda vuelta electoral, y de que sepamos si ganó “la esperanza” o es tal nuestro hartazgo, que aceptamos la desesperanza y el resultado será que ganó algo transformador… Que gane “la esperanza” representará que confiamos en quien grita desesperadamente que protegerá a nuestra familia, a nuestros bienes y que habrá nuevamente asistencialismo en lugar de solidaridad e inversión para cambiar la situación de la Guatemala profunda. Que gane “la esperanza” representa que nuevamente nos dejamos engañar por el populismo, y que renovemos el mandato en el poder a una pléyade de forajidos inescrupulosos que nos tienen como estamos.
Que gane lo transformador significará reconocer que debemos cambiar el país, que hemos perdido de una vez por todas la fe en una clase política que nos ha defraudado de manera permanente durante treinta y siete años. Significará, que hemos dejado de creer en el truco que nos aplican cada cuatro años, que ya no le tenemos miedo al petate del muerto con el que siempre nos asustan. Significará, valentía para enfrentar el reto de plantar cara a quienes nos dominan y esclavizan, aprovechándose de nuestras creencias religiosas y políticas, y del amor que le tenemos a nuestras familias.
Guatemala tiene una pequeña ventana de oportunidad este 20 de agosto, una grieta se ha abierto, de nuestro voto depende ponerle una cuña, o desaprovechar la oportunidad y que pasemos otros cincuenta años a merced de los corruptos que se hacen millonarios a partir de nuestros miedos. Los valores que rigen nuestra vida cotidiana, la cultura y el rumbo del país, no pueden seguir siendo los que toleran la pobreza, el subdesarrollo, la desigualdad crónica, la corrupción y la impunidad.
Asumir la desesperanza entonces, significa dejar de creer que quienes han estado en el poder durante toda la vida “democrática” a partir del 86, van a cambiar o que ahora sí harán lo correcto.
Para que nuestro país sea otro, tenemos que acabar con la sumisión al poder y a las élites, y escoger lo que realmente queremos y no lo que se nos impone. Es momento de tener el coraje de vencer a lo que nos hace tener esperanza en el actual sistema y trasformar Guatemala en una tierra fértil para la siembra y la buena cosecha.