Al analizar los resultados electorales y contrastarlos con el abanico de partidos políticos que participaron para dirigir el Ejecutivo o tener presencia en el Legislativo, dos cosas saltan a la vista; la primera, es que 23 de ellos, bien podrían participar como un solo partido, porque sus ideas están enmarcadas en los mismos patrones ideológicos, y sus propuestas distan únicamente en matices. Sólo 4 partidos se desmarcan del statu quo, pero lo hacen en solitario, cada uno por su lado y sus infantilismos o sus pequeñas cuotas de poder. De esta cuenta, independientemente del resultado electoral, el destino del país está en manos de un grupo de conservadores de ultraderecha que se reparten cuotas de poder y alternan liderazgos cada cuatro años.
Este contexto, prácticamente inmutable y cada vez más cínico, nos lleva a un paradójico gatopardismo, donde todo cambia cada cuatro años en el Ejecutivo y el Legislativo, para que no cambie nada en general. Se cambia de partido en la Presidencia de la República, se cambia el correlato de fuerzas entre esos 23 partidos en el Congreso, pero en realidad son los mismos los que gobiernan.
Esto tiene a su vez, dos causalidades; la primera, que los partidos políticos son simples vehículos electorales que se aprovechan del supuesto multipartidismo permitido por la ley, pero no son partidos en realidad. Tienen dueños, no hay democracia interna, no hay vida permanente de partido: formación, organización, creación y renovación de liderazgos con base en el trabajo permanente del partido. La segunda, es que el sistema electoral está diseñado para que dominen las élites a través de sus operadores y no la democracia.
Cambiar esto tiene como condición sine qua non, cambiar la cultura política de las y los guatemaltecos. Romper las cadenas que nos tienen esclavizados a mesianismos y a la adoración de los patrones y los potentados. Aprender a disentir y criticar, enseñar a cuestionar a las nuevas generaciones, pensar en el futuro y no solo en el día a día. No digamos, dejar de mendigar a los “poderosos”, las migajas que caen de su mesa.
Todo lo anterior nos llevará tiempo, generaciones, pero es una tarea, una lucha que debemos librar, si queremos crecer como país, como sociedad, como personas. De lo contrario, seguiremos siendo simples y vulgares votos que se compran cada cuatro años, que mientras menos instruidos estén, mejor, mientras más hambrientos, mejor.
Estamos entonces, frente a una segunda vuelta, donde las alianzas de los 23 partidos mencionados al principio, pueden dar nuevamente la Presidencia a uno del grupo. De ganar el segundo lugar, su presidencia sería azarosa, con un Congreso completamente en contra. Pareciera un callejón sin salida, sin embargo, este segundo escenario, le plantearía a la ciudadanía el reto de una participación de apoyo permanente hacia el gobierno, a pesar del Legislativo. Los 48 Cantones ejerciendo presión, las organizaciones sociales, los Consejos Comunitarios de Desarrollo, entre otros.
No se confunda relatar la realidad con pesimismo, hay salidas, pero tenemos que asumirlas y no dejar que la clase política de siempre decida por nosotros.